¿Tiene la pandemia de COVID alguna influencia en el crecimiento exponencial de la información? Al menos en la información sanitaria la respuesta es afirmativa. El objetivo de este artículo es analizar la infodemia médica en el contexto pandémico de las noticias y sus repercusiones.

Emancipación del enfermo

Surge en la segunda mitad del siglo pasado en Occidente, como un importante  movimiento socio-sanitario con notables consecuencias. El enfermo se adueña de todas las decisiones sobre su enfermedad. Elige ir o no al médico y someterse a según qué técnicas diagnósticas y terapéuticas.

El bajo coste de los medicamentos para el enfermo y las presentaciones farmacológicas, fáciles de administrar (tópicos y orales), dan pie a la automedicación y al incumplimiento terapéutico. Y lo que le sobra, generalmente por el incumplimiento, lo almacena. Lo almacenado, o lo que adquiere directamente en Farmacia, permite al enfermo automedicarse, cerrando así el círculo vicioso de automedicación, incumplimiento y almacenamiento.

   La receta obligatoria para la adquisición de muchos medicamentos, no ha sido suficiente para romper el citado círculo y la cultura de la automedicación sigue viva. Lo hemos visto en esta pandemia; como en todas las epidemias, el acaparamiento en hogares, farmacias y distribuidores obligó al Gobierno a la intervención de fármacos estratégicos. Pero el botiquín casero ha crecido.

   La emancipación de los enfermos provoca a su vez otro círculo vicioso. La falta de preparación específica de su enfermedad y de la misma en el contexto médico general, difícil de por sí,  lleva a la búsqueda compulsiva de información. No es fácil para un experto, menos para un profano, seleccionar, contrastar y procesar la información adecuada. Fácilmente el paciente se ve sumergido en un mar de sesgos, excesos,  incoherencias y rumores, que acaban con la confianza en los periodistas, científicos, farmacéuticos y, lo que es peor, en su médico de cabecera, al que “explora” con sentido crítico. Cierra el círculo buscando seguridad con más información. ¡Más todavía!

Infodemia médica

Asistimos a una verdadera epidemia de “noticias”, Infodemia, en la que las fuentes de “infección” son numerosas: Los gobiernos, la administración en general, las revistas científicas y de divulgación, universidades, hospitales, asociaciones de pacientes (más de 600 en España), industria farmacéutica, periodistas, amén de numerosos aficionados “francotiradores” y los propios pacientes activos en redes.

Infoxicación

Vemos cómo, en esta pandemia especialmente, todos bombardean continuamente los medios de comunicación y las redes sociales con normativas, documentos, protocolos, testimonios, consejos y rumores. Las medias verdades mezcladas con falsas noticias, “fake news” más o menos intencionadas, son características acompañantes de todas las epidemias. Pero en esta pandemia que padecemos, alcanza la intensidad de “infoxicación”.

    También los profesionales caen con frecuencia, e inevitablemente, en este bosque informativo. Un millón de artículos/año sobre biomedicina en revistas científicas contrastadas imposibilita su seguimiento riguroso por cualquier profesional; se ve obligado a seleccionar. Ni las mejor valoradas por el mundo científico (The Lancet o NEJM por ejemplo) están libres de infoxicacíón, como se denunció recientemente con algunos escándalos sobre tratamientos de COVID-19.

    Además, los médicos necesitan con harta frecuencia la información sintetizada y con rapidez. Se comprende que Wikipedia, sin ser la “Biblia”, u otras plataformas, según el caso, se hayan convertido en las “revistas” más consultadas; y si se requiere una consulta en tiempo real, la red está a mano para todo. Pero es necesaria una buena preparación, y formación crítica, para valorar adecuadamente la inmensa información disponible.

    Sirva como indicador de lo citado el siguiente ejemplo, utilizando dos palabras para entrar en Google: “Diabetes” y “coronavirus”.

  Diabetes.- Octubre 2019= 240 millones de registros y 2 millones en Google Academic.- Octubre 2020= 360 millones y 3.5 millones en Google Academic. El crecimiento en sólo un año puede deberse al impacto de la pandemia.

    De hecho, con coronavirus, término muy específico, en Octubre 2020 se obtienen 2.890 millones de registros y en Google Academic  730 mil. Los profesionales utilizan más frecuentemente plataformas como “Pubmed”, donde se incluyen las revistas de mayor impacto científico. Aquí se recogen más de 57 mil publicaciones de coronavirus, la mayoría del último año, claramente inabarcables para un especialista.

     Nos encontramos con un nuevo escenario de consecuencias imprevisibles, que aporta más información de la que nunca se soñó. Los profesionales nunca tendrán certidumbre total, aunque tienen la ventaja de su preparación y el criterio, que se le supone, para separar “el grano de la paja”.

    ¿Y los enfermos? Corren el riesgo de ser arrastrados por la masiva riada informativa no bien acreditada. A la búsqueda de información sobre sus dolencias añaden la infoxicación sobre aspectos diversos, como nuevos tratamientos, indicaciones, expectativas sanitarias y de investigación, etc., que corresponden a otros contextos y, en pocos casos pueden controlar. Las restricciones y el confinamiento en estos meses han  llevado a los ciudadanos rápidamente a interaccionar en red con todas las facetas de la pandemia, riesgos personales, medidas sanitarias que llevan a extremos inconcebibles a la vez que siguen movimientos negacionistas. Numerosos ejemplos se publican a diario.

    Cibercondria. Ante tanta información, muchas personas anotan signos de ansiedad, desorientación, cuando no bloqueo, en la toma de decisiones y cuadros hipocondríacos con obsesión por la información o “cibercondria”. Los enfermos, o los que se creen enfermos, son especialmente vulnerables a esta obsesión. Navegan horas y horas, perdiendo el sentido del tiempo, hasta la adicción, buscando más y más información en una nube sin fin. En el fondo se buscan a sí mismos, encontrando la desconfianza en todo y en todos y la inseguridad personal.

   Este cuadro no se limita a los enfermos. Durante el confinamiento por la pandemia no todo fue teletrabajo; Muchos ciudadanos constituyeron lo que podríamos llamar «Unidad de Cibercondria», a saber: sofá, televisor, ordenador (y o tableta), móvil y bandeja con canapés y bebidas. Cualquier información o dato es suficiente para iniciar un recorrido en red, a saltos de temas deportivos, del “corazón”, políticos…y de la pandemia, por supuesto. A esta unidad sólo le faltan tres sistemas de medida: Un indicador de ineficacia que relacionara tiempo total y tiempo perdido, un indicador de felicidad que relacionara  satisfacción y ansiedad y una báscula para medir incremento de peso.

   Además, la infodemia ya tiene su patología específica. Algunos expertos le asignan la causa de cuadros de insomnio, irritación, desencadenante de cuadros o brotes neurológicos, “Watsappitis”(tenosinovitis, artrosis del pulgar, tendinitis, síndrome del túnel carpiano) y “cuello de smartphone” (papada y afectación de cervicales), sin olvidar los efectos colaterales de accidentes de tráfico por ejemplo.

    El enfermo, con su derecho a decidir, se encuentra sólo y confundido. En estas circunstancias, exige a la Administración y al médico medidas inviables o inadecuadas. Él mismo, por exceso o por defecto, se perjudica con su conducta.

   ¿Se puede reconducir este escenario? No es fácil. Apareció de repente con una dimensión desbordante y no existe experiencia previa de nada similar. Todas las propuestas quedan obsoletas rápidamente. Como mal menor, se recomienda evitar toda información que no lleve la identificación y acreditación del firmante de la misma. Las asociaciones de pacientes deberían seleccionar las plataformas más fiables para recomendarlas a sus asociados. Las revistas, medios, plataformas informativas, etc, tendrán que buscar la acreditación de organismos independientes que avalen su calidad.

  En conclusión, nos encontramos en la tormenta perfecta donde coinciden tres factores diferentes, que interaccionan en muy poco tiempo, protagonizando este comienzo del siglo XXI: a) una pandemia de una dimensión y características desconocidas por nuestra generación, b) una revolución médico-social sin precedentes, donde los avances afectan a todos los actores, especialmente los pacientes y c) la explosión informativa, con las redes sociales al alcance de todos. No es de extrañar que surjan efectos colaterales, desconocidos hasta ahora, para los que se están inventando nuevas denominaciones, hoy por hoy provisionales. Infodemiainfoxicación y cibercondria son algunos. Veremos si el tiempo sanciona su uso.

Sobre el autor

Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde trabajó sobre: diagnóstico, nuevos antimicrobianos, modelos de cultivo continuo y arquitectura de poblaciones bacterianas. Su labor se plasmó en numerosas publicaciones científicas, libros y artículos de divulgación. En Esfera Salud, sus artículos de divulgación sobre historia y actualidad de la Medicina, están dirigidos al público interesado en temas de Salud.

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