Microbiología clínica

El lenguaje de Microbiología clínica es excepcional

Podemos presumir de la Microbiología clínica, especialidad con mayor número y variedad de registros. Se estima que el castellano ronda las 85.000 voces, superadas ampliamente por los términos médicos. En M. clínica se pueden identificar muy por encima de las 20.000 entradas. En una conversación normal se manejan de 2 a 4 mil términos; con que solo la mitad sean microbiológicos, el discurso se hace ilegible para un profano. Es un filtro que detecta el “intrusismo” en una especialidad.

A la riqueza de términos tradicionales sumamos la aparición de nuevos fenómenos biológicos, agentes etiológicos, moléculas etc. que dan pie al masivo “bautizo” diario, con frecuencia simultáneo en varios idiomas. Se han propuesto reglas de nomenclatura con poco éxito, y sin embargo la jerga microbiológica adquiere la categoría de tecnolecto, característico de cada especialidad.

Destaco algunas figuras cuyo abuso da lugar a un gran número de contradicciones y curiosidades. Podrían ser la base divertida para los aficionados al ludolinguismo. Les garantizo entretenimiento recogiendo siglas, acrónimos y abreviaturas publicadas. Anotará más de 3.000. Como muchas proceden del inglés  (VDRL, AIDS,…) cuando se castellanizan se crean no pocas confusiones (SIDA-AIDS, MIC, CMI…). La variedad es extraordinaria; de un carácter (A-ampicilina) a seis o más (EJCMID, ELISASPOT…), asociadas, etc. y la densidad en algunos textos se podría medir en nº/línea o párrafo. La mayoría son siglas impronunciables pero también hay elegantes acrónimos (ELISA, CELIA, AIDA…).

La precisión del tecnolecto, fundamental en ciencia, pasa por la interpretación única de cada término. Paradójimente en nuestra especialidad, sorprende la riqueza en sinónimos (y polisemias). Busque el lector y se sorprenderá de nº y variedad en resistencia, sífilis, paludismo, etc. Cuente los sinónimos de diarrea del viajero y anotará ¡más de 30!.

Una traducción inadecuada puede provocar un verdadero caos lingüístico; como en carbunco, carbuncle, pústula maligna y ántrax; rubéola-sarampión alemán; tifus-tifoidea; resfriado, gripe, influenza, etc. En resumen, anote sinónimos en microbiología clínica y coleccionará varios miles.

Sobre 1910, cuando Marañón popularizó en España el tratamiento de la sífilis con el 606, circulaba un chiste que reflejaría muy bien el asunto de los sinónimos. Se refiere a la tertulia de café en que uno relata cómo en Alemania, tras acostarse con una “freudenmädechen” pilló el “mal francés” y lo trataron con salvarsan. Otro comentó la adquisición del “mal español” con una “mademoiselle” en París y se curó con arsenobenzol. Pues en América, comentó otro, las peligrosas son las “call girls” que transmiten la lues y tienes que tomarte diarsenol. Finalmente, sentenció el último, está claro que España es única; aquí te pillas una “avariosis” si te acuestas con una prostituta pero con 606 te curas.

Sobre los epónimos ninguna especialidad como la nuestra. La tradición médica de honrar con el nombre de los cuadros clínicos al descubridor es cada vez menos frecuente por el trabajo en equipo. Pero en Microbiología, se siguen utilizando los descubridores o las localidades de descubrimiento para la denominación de tinciones (Gram, Ziehl) métodos, instrumentos, fenómenos biológicos, etc. La inmensa mayoría de los agentes etiológicos incorporan en su denominación algún científico (Escherich, Neisser, Kleb, Bordet…) o lugar.

Por ej. El grupo Hantavirus recoge 22 especies (Andes, N.York,…) mas una denominada ¡“V. sin nombre”!. El que los revise puede anotar mas de 5000 registros, pero si se incluyen los que incorporan alguna partícula como bacitracyn (Tracy = enferma en la que se aisló el hongo productor) o nystatina (de N.York) se podrían superar las 15.000 entradas.

Podemos dar más pistas para la práctica del ludolingüismo. Resultaría curioso revisar las polisemias, reñidas con el rigor científico, como PER, MAC, CPA o la propia SEQ (Soc. Esp. de Quimioterapia y/o Químicos). Amboceptor, antrax, brote, inoculación, etc. responden también a varios significados. Los palíndromos son  curiosos elementos lingüísticos y biológicos (región del ácido nucleico que contiene una  pareja de secuencias repetidas invertidas) que permite, en ambos sentidos, leer y reconocer (precioso palíndromo). Otros ejemplos encontramos en la anilina (base de colorantes) o acrónimos como ACA, ECCE, PRP.

También puede divertirse con otras muchas facetas: los oximorones como antibióticos (que viene de antivida) o anticuerpos, multiplicación por división, vacunas terapéuticas, etc…; las metáforas son muy socorridas y abundantes (eritema en bofetada, crepitación gangrenosa, crecimiento en medusa, prodigiosinas…), y si quiere jugar a los “mal-entendidos” tiene multitud de parónimos (fiebre de malta, B. merdae, B cacae, codón, tetánico, coco, chaperoninas, escara, penemas, micólogo, NO, sicosis, serotipos, …)

(publicado en el nº 4 Revista Infección y Vacunas. Año 2012.)

Sobre el autor

Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde trabajó sobre: diagnóstico, nuevos antimicrobianos, modelos de cultivo continuo y arquitectura de poblaciones bacterianas. Su labor se plasmó en numerosas publicaciones científicas, libros y artículos de divulgación. En Esfera Salud, sus artículos de divulgación sobre historia y actualidad de la Medicina, están dirigidos al público interesado en temas de Salud.

Un comentario

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *