Los procesos pandémicos, sobre todo los de rápida expansión como los respiratorios, tienen de común denominador: el miedo o pánico a lo desconocido, la sorpresa ante situaciones no previstas y la ausencia de medidas eficaces para su control. La COVID-19 no es una excepción.

Las propias epidemias tienden a resolverse por sí mismas de forma natural: se acaban las personas susceptibles, se agotan los mecanismos de transmisión o el agente patógeno rebaja su agresividad para no quedarse sin futuros «clientes». No quiere decir que el Homo sapiens no busque lo divino y humano para controlar las epidemias y sobrevivir; con bastante éxito en los últimos siglos, hay que reconocerlo; los progresos de la humanidad son una buena prueba. Eso sí, con luces y sombras.

En los primeros tiempos, la desesperanza ante la peste, como expresión de la cólera divina, se intentaba corregir con sacrificios proporcionados al mal que se deseaba atajar. No se descartaba el sacrificio humano, naturalmente tras el correspondiente «triaje».

A decir de Diego Gracia, la conducta esperanzada de las tragedias y pestes es más propia del mundo moderno cristiano. La diversidad de enfoques se encuadra en el principio de «A Dios rogando y con el mazo dando». Siempre se esperaba un milagro y como ayuda se recurría a la invocación de los Santos. La duda surgirá en la elección del «milagrero» más eficaz que sólo se verificará con los resultados (¿tras ensayo-error?).

Están documentados seguidores de plegarias a San Roque, San Quirino, San Matías, San Antonio Abad, San Edmundo o San Sebastián entre otros. También se sabía que esta conducta corría el riesgo de fracasar si no se acompañaba de otras como la distancia social, la distancia física, la higiene, los remedios de alquimia, etc.

Ante los resultados, con fracasos habituales, eran inevitables las críticas a las autoridades religiosas o civiles por las medidas propuestas o impuestas. Sólo las coincidentes con el final epidémico se recordarán como eficaces.

Desde el siglo XIX, en el mundo científico, se impone una nueva conducta general presidida por la fe en la medicina, pero sin olvidar las raíces. En cada pueblo e individuo se mezclan las creencias religiosas, la situación socio-política y los conocimientos científicos. Se comprende el abordaje multifactorial de las epidemias y las conductas apremiantes, cambiantes, erróneas a veces y siempre criticadas.

En el tratamiento del enfermo, la etiología, cuando se conocía, ha sido el factor condicionante definitivo. Pero los criterios no siempre han sido acertados ni unánimes en las epidemias del siglo XX ni en las del XXI.

Los conjuros,emplastos, dietas, sangrías («más cura la dieta que la lanceta»), etc. se fueron sustituyendo por tratamientos sintomáticos( antitérmicos, analgésicos,…quina, opiáceos,…) y etiológicos ,especialmente las sulfamidas y antibióticos antibacterianos. Epidemias de tuberculosis, tifus, sífilis o legionelosis por ej. se han abordado con criterios únicos sin grandes discrepancias.

Diferentes son las epidemias de enfermedades víricas. 1º la Viruela y la rabia y después sarampión, polio o rubeola por ej., se controlaron con las vacunas sobre todo. En la gripe, salvo en la de 1918, para la que no había tratamiento específico ni vacuna, porque no se conocía el agente causal, se fió toda la eficacia a la acción de las vacunas y eso que en 1976 se aprobó el primer antigripal: la amantadina, cuyo uso fue siempre muy debatido. La escasez de antivíricos da un cambiazo con el SIDA. Arrancando de un fármaco existente para otras indicaciones, zidovudina, en pocos años dispusimos de un amplio arsenal de antirretrovirales frente al VIH.

Otras epidemias

Y llegamos al siglo XXI. Las nuevas generaciones conocen ya de primera mano, y a través de la abundante información que nos llega «on line», las frecuentes epidemias de los últimos 20 años, con todos sus componentes científicos ,sanitarios y socioeconómicos: Epidemia de polio en la India (2002); SARS con 800 muertos (2003); Gripe aviar H5N1 (2005) con alarma mundial ante los primeros casos humanos; Gripe H1N1, como la de 1918 (2009) , con presentación pandémica y 18.000 muertos; cólera en Haiti con 500 mil afectados (2010); Ébola en España, reducido pero impactante (2014); otra vez coronavirus como en 2003 (2012-15 Oriente Medio); expansión infección Zika (2014) y la actual COVID-19.

En todos los casos, las discrepancias sobre numerosas facetas han sido noticias de actualidad. Revisaremos algunas sobre el abordaje terapéutico en otro artículo.

Sobre el autor

Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde trabajó sobre: diagnóstico, nuevos antimicrobianos, modelos de cultivo continuo y arquitectura de poblaciones bacterianas. Su labor se plasmó en numerosas publicaciones científicas, libros y artículos de divulgación. En Esfera Salud, sus artículos de divulgación sobre historia y actualidad de la Medicina, están dirigidos al público interesado en temas de Salud.

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