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La investigación experimental sobre el tratamiento y prevención de las enfermedades infecciosas ha sido extraordinariamente compleja y difícil a través del tiempo. Hasta el siglo XIX, en la época del empirismo, poco se podía experimentar. Algunos remedios se ensayaban en esclavos, prisioneros o desahuciados. Lamentablemente no es un asunto prehistórico ya que episodios de triste recuerdo los hemos vivido en la segunda guerra mundial y todavía hoy hay un serio debate ético acerca del reclutamiento de pacientes y voluntarios entre marginados, pobres, adictos a drogas, ciudadanos del tercer mundo etc.
Aparte de estos episodios, en la primera mitad del XIX da un paso notable el Dr. Orfila, menorquín, que en la corte de París establece el método experimental animal para ensayar los antídotos específicos correspondientes a los venenos habituales.
Unos 80 años mas tarde Ehrlich utiliza por primera vez animales (gallinas) inoculadas con el tripanosoma del caballo para probar fármacos contra ¡el tripanosoma humano! Y sigue con el mismo modelo pensando que podría ser útil para probar medicamentos antisifilíticos. Creía que el parecido de las espiroquetas con los tripanosomas y de los tripanosomas humanos y animales era tal, que los quimioterápicos debían tener una eficacia similar en todos los casos. Buscaban reducir la acción tóxica. No contaban con la especificidad y pensaban que estaban ante antisépticos.
Difícilmente se hubiera progresado sin la intuición del japonés Hata, discípulo de Ehrlich, que encontró el modelo experimental adecuado para el treponema de la sífilis, el conejo. Era el único que reproducía la enfermedad con el patógeno humano, frente al que se querían ensayar fármacos. A partir de entonces el fármaco se debe ensayar frente al patógeno humano inoculado en el animal que reproduzca la enfermedad humana. Así se estudió el primer quimioterápico, el salvarsán o 606.
Unos años mas tarde Fleming para estudiar la lisozima establece un plan. La enfrenta in vitro a 3 grupos de cepas aisladas del ambiente, de animales y del hombre. Hizo un estudio ex vivo, estudiando la acción sobre la capacidad fagocítica de leucocitos en tubo de ensayo. Inoculó por vía intravenosa al conejo la lisozima obtenida de huevo pero no pudo pasar a la siguiente etapa en voluntarios por las reacciones secundarias. A pesar de ello, parece que también la ensayó en algún voluntario por vía oral y en algún enfermo terminal.
La posibilidad de hacer estudios ex vivo, en asa intestinal aislada, PMN humanos, macrófagos peritoneales, cultivos de fibroblastos, líneas celulares, etc. dan a los sistemas analógicos una extraordinaria aproximación a la realidad. El filón de la analogía, conceptuada como relaciones de semejanza, muy desarrollada en las ramas tecnológicas ha tenido tal éxito en las ciencias biológicas, que explican su amplio uso en medicina.
Desde Ehrlich, decenas de miles de moléculas se han ensayado y se han descartado. Se deduce fácilmente que han sido millones los animalitos que han servido para estos experimentos siendo los trabajos en experimentación animal insustituibles en algunos casos, pero se van reduciendo porque son muy laboriosos, muy caros, no reproducen al 100% la realidad humana y además son difícilmente justificables hoy día ante la crítica social y las asociaciones de defensores de animales. El ensayo en humanos, aparte del riesgo, es unánimemente rechazado hasta que se tiene la seguridad de los mayores beneficios frente a sus efectos secundarios.
Estos puntos han sido decisivos para la búsqueda de sistemas alternativos como los simuladores. Sistemas simuladores de química combinatoria permiten el rastreo de miles de moléculas con potencial terapéutico y la orientación de toxicidad según radicales. Las normas de investigación de cualquier fármaco son tan estrictas que la mayoría de los fármacos clásicos, como la penicilina, difícilmente lograrían hoy su aprobación. Incluso tras su aprobación, por problemas diversos, asistimos en la actualidad a la retirada de algunos fármacos con eficacia curativa probada en millones de enfermos.
Seguramente el antibiograma en el estudio de los antimicrobianos, es el paradigma de sistemas simuladores. ¿Qué es el antibiograma? Un simulador predictor de eficacia que evita el riesgo de usar un antibiótico ineficaz. Como se ha señalado en otro capítulo los avances en farmacocinética y farmacodinámica, con la ayuda de la informática sobre todo, propician la monitorización de fármacos y el desarrollo de otros sistemas simuladores.
Un sistema de cultivo continuo que mantiene en fase de crecimiento logarítmico una bacteria patógena, nos ofrece un modelo muy próximo a una infección aguda. A ese cultivo podemos bombear el antimicrobiano que queremos estudiar siguiendo, bajo control de un sistema informático, la cinética exacta a investigar del antibiótico. Tendremos así un sistema con gran analogía de lo que pasa en el foco inflamatorio. Además, en cada instante podemos tomar la muestra para conocer tasa de mutaciones, actividad bactericida y otros parámetros.
Viene a cuento recordar que con los fármacos se busca la máxima eficacia y riesgo cero. Estamos, en fin, ante un área de conocimiento de tal envergadura que se precisan expertos en sistemas simuladores. Necesitarán profundos conocimientos en bioética, farmacología, matemáticas y programación informática sobre todo, y estimo que el futuro profesional es prometedor.
Autor. J. Prieto. La experimentación en animales no es el único método científico.
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