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Se presupone que la industria farmacéutica está sometida a controles estrictos de vertidos y el riesgo aunque exista, como se conoce, debe ser mínimo. Pero los medicamentos se están convirtiendo en los contaminantes emergentes de los que no se ha estudiado todavía su impacto ambiental.
Hasta en el agua de bebida se detectan trazas de antibióticos.
El problema es que el uso de antimicrobianos está tan extendido que, como curativos o preventivos con numerosas indicaciones, se están eliminando al medio ambiente especialmente por aguas residuales y de aquí a los ríos.
Las aguas residuales son verdaderos expositores de las farmacias, y al pasar por las plantas depuradoras algunos se modifican pero en general, los tratamientos convencionales no neutralizan estos productos. Por tanto el río, aguas abajo sigue teniendo todo un muestrario de productos farmacéuticos.
Es cierto que la dilución es enorme y, este hecho unido a la potencial degradación, ha impedido hasta ahora ver el problema como tal. Pero han cambiado una serie de circunstancias como: la mayor sensibilidad de la ciudadanía ante este problema, el mayor consumo de fármacos, la concentración de residuos en algunas instituciones (hospitales, residencias de ancianos), el incremento exponencial del consumo en veterinaria y además las mejores técnicas en sensibilidad y especificidad, que permiten conocer mejor la dimensión del problema.
Todo lo citado para los fármacos en general es aplicable con algunos matices agravantes a los antimicrobianos por varias razones.
Los antimicrobianos se han ido incorporando de forma habitual a la vida cotidiana como son los antifúngicos en productos de cosmética como conservadores o en siliconas para evitar la proliferación de Penicillium y Aspergillus que las pigmentan y deterioran, en biomateriales o aditivos (sustancias inhibidoras) pero especial interés tiene el uso masivo como promotores de engorde en animales.
Tal es el impacto potencial que si diluimos los antibióticos consumidos en España en total hasta 0,1 mg/l (concentración activa para la inmensa mayoría de las bacterias) podríamos cubrir nuestra geografía con una película antibiótica de mas de 1 cm de espesor. Pero ¿y si concentramos este supuesto en el entorno de un hospital, granja, depuradoras o simplemente una gran ciudad? La institución casi quedaría “sumergida”.
Se puede argumentar que la mayoría de los antibióticos se eliminan metabolizados; lo que ocurre es que muchos metabolitos siguen siendo activos, y a veces mas activos, para otros microorganismos. Algunos pueden presentar fenómenos sinérgicos con otros que no conocemos pero sobre todo, y fundamentalmente, que actúan sobre otros seres vivos, los microorganismos fundamentales para mantener el ciclo biológico.
Además, aunque muchos antibióticos se degraden y aunque muchos metabolitos mantengan muy baja actividad, como se vierten de una manera continua están actuando y ejerciendo una presión constante sobre los microorganismos de estos nichos ecológicos con consecuencias no bien evaluadas.
Los fangos procedentes de depuradoras llevan antibióticos en su composición y si estos lodos se utilizan en agricultura, es imprevisible la acción sobre los necesarios microorganismos fijadores del nitrógeno.
Los antimicrobianos como promotores de engorde ejercen una intensa acción sobre la microbiota intestinal de los animales alterando inevitablemente la microecología de los desechos biológicos. ¿No tendrán algo que ver en la degradación de purines y otros restos? Esto sin contar con la influencia sobre la salud humana que pueden ejercer los antibióticos que, por vía veterinaria, se incorporan a la cadena alimentaria.
¿Y los que no se degradan?. Las quinolonas, imidazoles, sulfamidas y, en general los sintéticos son mas estables que los antimicrobinaos de origen natural lo que se considera una ventaja farmacológica pero ecológicamente deben ser mas importantes. Muchos de ellos se eliminan sin metabolizaar en el organismo; éstos sumados a los que se vierten se acumularán en el medio ambiente.
Claro que aquí no acabaría el problema, añadamos toda sustancia con actividad antimicrobiana y meteremos en el mismo paquete a detergentes, jabónes, conservantes de (alimentos, maderas, etc.) y un sin fin de medicamentos y biocidas en general. Estaríamos entonces en un planeta totalmente desequilibrado con el mundo microscópico a punto de la extinción. Sabemos que no es así. Mas bien parece que la madre naturaleza corrige constantemente las “gamberradas” de sus hijos, los hombres.
Se podrá argüir que el problema provocado por el hombre debe ser insignificante al lado de los antibióticos que potencialmente producen constantemente los ingentes masas de estreptomicetos y otros microorganismos productores que literalmente tapizan la tierra. Pero no es comparable, porque solo producen antibióticos en determinados momentos de su ciclo, en según qué nichos y la naturaleza lo tiene asumido como un sistema regulador ecológico para mantener un equilibrio dinámico que ha tardado en lograr millones de años. El lector puede deducir las consecuencias.
Autor: J. Prieto.
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[…] en una especie de guerra de todos contra todos: los antibióticos producen efectos secundarios, alteraciones ecológicas, gastos económicos, problemas industriales, etc. El hombre intenta aliarse con el antibiótico […]