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¿Cómo no darle al resfriado la categoría de leyenda? Ha faltado poco para que esta enfermedad se consolidara como la parodia de una comedia sanitaria, como ocurría con creencias no tan viejas. La epidemiología demostró su papel en complicaciones de personas vulnerables, un drama, que devino en tragedia con la pandemia de COVID-19.
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Si una leyenda se construye sobre evidencias mezcladas con contradicciones, ignorancia, supersticiones y rumores, entonces el resfriado es campo abonado. Se define como una afección banal, con alta prevalencia que cura espontáneamente. Sin embargo, provoca un consumo escandaloso de medicamentos y es frecuente coartada para hacer pellas laborales y escolares, con el coste económico-social correspondiente.
La denominación no ayuda: catarro, constipado, resfrío, enfriamiento, trancazo, estado griposo, romadizo, … La causa principal ¿es la fría climatología? “con el frío, el resfrío”, corriente de aire, ropa húmeda o mojadura, como afirman madres y abuelas. La etiología: más de 100 tipos de rinovirus, coronavirus, adenovirus y otros, conocida desde los años sesenta, no aporta gran cosa en la práctica. El entorno del enfermo seguirá convencido del papel del otoño-invierno, el frío y la humedad.
Su frecuencia nos convierte en “expertos”; qué menos de 2-3 episodios/ año por persona. Los síntomas son los de procesos respiratorios superiores y el diagnóstico lo establece la familia o el enfermo por aforismos, refranes, etc. El paciente lo comunica al médico: “estoy resfriado”; eso, cuando va, porque da corte ir al médico para esto. El diagnóstico etiológico, aparte de las dificultades que entraña, cuando se hace, es con fines de investigación o para descartar otros cuadros.
Los remedios caseros y supersticiones se superponen. Infusiones de diferentes hierbas, caldos calientes, vahos, miel con té, “el catarro con el jarro”, café, etc., presentan argumentos para defensores y detractores. Hasta el médico puede mandar al paciente a hacer gárgaras. Estos remedios se asocian, para regocijo de farmacéuticos, con alto consumo de descongestionantes, antibióticos, vitamina C, antihistamínicos, antiinflamatorios, analgésicos, antitusígenos y antitérmicos.
La ciencia ha demostrado que el frío y la humedad no causan el resfriado. Los antibióticos, vitamina C, orujo o café no le hacen a los virus ni cosquillas, más bien son contraproducentes. En general, los remedios propuestos son sintomáticos. Las publicaciones científicas, abundantes desde los años 70 no parecen influir en la población. Entre el 40 y 80 % siguen creyendo en la leyenda de la eficacia de antibióticos y vitamina C.
¿De qué podemos extrañarnos? En un alto porcentaje de lo reseñado, los enfermos presionan a los médicos o cuentan con su complicidad para lograr recetas y certificaciones de baja. Podíamos esperar que las cosas cambiaran con la peor pandemia conocida de “resfriado”, la COVID-19. Como ocurre con todas las tragedias el olvido es habitual. Y en esas estamos, volviendo las aguas a su cauce sin haber aprendido de la experiencia.
Julio Camba, (1884-1962), aventurero, escritor, cronista y fino humorista dejó sueltas muchas crónicas geniales, que no se perdieron gracias a algunos admiradores. Manuel Gil de Oto recogió en “Médicos y Boticarios”, página 245-247, Publicaciones Mundial, Madrid, 1920, el artículo siguiente
“En defensa del resfriado” Julio Camba
El Congreso Médico de Madrid (1903) ha sido, según parece, uno de los mejores Congresos Médicos celebrados en el mundo, y de aquí en adelante, nuestros sabios doctores van a curárnoslo todo: el cáncer, la tuberculosis, la lepra, la ceguera, el reblandecimiento muscular, etc., etc. ¿Muy bien, señores médicos! ¡Admirable! Pero ¿qué me dicen ustedes del resfriado?
Porque yo ni estoy reblandecido, ni soy ciego, ni sufro de lepra, ni padezco de tuberculosis, ni tengo cáncer ninguno. En cambio, me encuentro resfriado casi siempre y no comprendo por qué razón han de tratarme ustedes con tanto desprecio. Muchas veces, harto de toser y de estornudar, yo he acudido a ustedes en consulta. Ustedes me han auscultado, me han preguntado si me canso al subir escaleras, a lo que yo he contestado que, desde luego, me canso mucho más que al bajarlas, me han obligado a respirar fuerte, y, por último, con un gesto de infinito desdén, me han dicho:
– ¡Bah! … Usted no tiene más que un simple resfriado…
¡Un simple resfriado! ¡Y yo que me creía poseedor de una enfermedad importante! … Profundamente avergonzado, yo he cogido entonces mi sombrero y me he lanzado a la calle, sumido en amargas reflexiones.
– El fracaso es evidente- decía yo para mis adentros. – ¿Con qué cara me presento ahora ante los amigos?
Pero ya me he cansado, y en nombre de toda la humanidad acatarrada, solicito la atención de la ciencia y el respeto de las familias. Convengo en que la tuberculosis es más dramática que el resfriado, pero exijo que al resfriado se le otorgue también cierta categoría. Si el gato es el tigre del pobre, como decía no sé quién, el resfriado es la tuberculosis del principiante. Es una tuberculosis modesta, , una tuberculosis para personas de poco dinero que no pueden dejar de trabajar ni irse a la sierra a beber leche y respirar aire puro. ¿Por qué este desdén hacia el resfriado en una época tan democrática?
Yo sospecho que es, sencillamente, porque los médicos no saben curarlo. Y es inútil que me hablen del cáncer, de la tuberculosis, etc. Mientras los médicos no curen los resfriados, yo no creeré en la Medicina. “
Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde trabajó sobre: diagnóstico, nuevos antimicrobianos, modelos de cultivo continuo y arquitectura de poblaciones bacterianas. Su labor se plasmó en numerosas publicaciones científicas, libros y artículos de divulgación. En Esfera Salud, sus artículos de divulgación sobre historia y actualidad de la Medicina, están dirigidos al público interesado en temas de Salud.
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