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Desde el nacimiento, los lloros, ruidos naturales y artificiales de lo más diverso se van incorporando al idioma del niño. El ¡guau-guau!, el ¡pio-pio!, la nana, los gestos y voces de la madre son identificados y repetidos por los niños. La reproducción semejante de muchas voces y ruidos ha dado lugar a numerosas palabras.
Los profesionales sanitarios siguen utilizando muchos, pero con la incorporación de numerosísimos registros técnicos ha creado una barrera, que a veces dificulta la comunicación con el enfermo mayor si habla otro idioma. Con frecuencia las onomatopeyas, que son prácticamente universales, salvan la incomunicación. Los Comics y el moderno lenguaje de los teléfonos móviles los ha vuelto a poner de actualidad.
Muchos sonidos y voces animales, humanas, naturales y artificiales, identificadas con sus respectivos nombres se han incorporado al mundo sanitario. Destaco los siguientes:
Los ruidos citados son algunos de los referidos por los enfermos en las consultas, usados en la comunicación, escuchados directamente o en la exploración con el fonendoscopio. Han sido incorporados a los cuadros clínicos mas diversos con denominaciones propias incluso con epónimos. Así se puede encontrar ruidos de “arrugamiento” (froissement en francés) de “cuero nuevo”, “pergamino”, “rascado”, roce (froulemente en francés) de fricción (Signo de Pérez), de “crujido” (pleural).
Otros ruidos más bruscos son el de “chasquido” de cadera, el ¡Boom! en cañonazo (en bloqueo cardiaco) el ¡Bang! en disparo de pistola (Signo de Traube) el “toc-toc” de la percusión el metálico de tambor (sífilis aortica) o el “maullido” (síndrome del maullido de gato).
Otros, más o menos continuos, son del tipo de “galope”, “ruedas dentadas”, “cremallera” “pulsatil” “sierra” o “lima”, bien conocidos en traumatología o cardiología.
Los “susurros” cuchicheos, “soplos”, “roncus”, “sibilancias”, “estridor”, “jadeos” y “timpanismos” son quizás los más conocidos en cardiorespiratorio. En aparato digestivo, puede resultar familiares el “burbujeo”, “gárgaras”, “chapoteo” “borboteo” y “Borborigmos”.
Algunas onomatopeyas animales se han incorporado a descripciones clínicas como el ¡Bzzz! (zumbido de insectos) a ORL. ¡Miau! al síndrome del maullido (Pediatría) o el ¡Quiquiriqui! (canto del gallo) en la tosferina.
En numerosas ocasiones se recogen asociados en varias percepciones sonoras, visuales, olfativas etc. Son signos sinestésicos. El signo de la rueda dentada se palpa más que se oye, como la crepitación , peloteo, rebote, matidez, chapoteo (signo del molino) o frémito (vibración).
Quedan descontados los que huelen y suenan en clave ¡Puajj!, referidos a “eructos”, “cagaleras”, “pedorretas” y demás interjecciones escatológicas.
De todos ellos, el más utilizado en la historia de la Medicina ha sido ¡Ay! por los enfermos. Su repetición e intensidad esta en proporción directa a la gravedad del cuadro y en relación inversa a los analgésicos administrados. Por cierto, dicen los de Bilbao que allí no lo utilizan, pero solo los del mismo Bilbao. El otro más utilizado es ¡Uff! (de alivio) tanto por pacientes como por médicos. El no usarlo es signo de mal pronóstico.
Autor: J.Prieto
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