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Hay numerosos experiencias de las que citaremos unas pocas a modo de ejemplo.
La corona española formaliza el monopolio de la corteza de quina en el siglo XVII situando en Sevilla la sede de almacenaje y distribución. Además del negocio, se había convertido en una herramienta de dominio en el continente, como ya se ha revisado.
En torno 1920 una serie rumores y polémicas recorren Europa. Los alemanes, con la 1ª guerra mundial han perdido su influencia en África, pero los laboratorios siguen con sus líneas de investigación en infecciones tropicales. Mientras tanto franceses y sobre todo ingleses, al tomar posiciones en África se encuentran desbordados por algunas infecciones como el paludismo y la enfermedad del sueño. No escatimarían esfuerzos incluyendo la presión política y el espionaje para neutralizar la influencia alemana. Nos referimos a la germanina a la que dedicamos un capítulo.
la facturación de algunas multinacionales farmacéuticas es superior al presupuesto de algunos estados necesitados de antirretrovirales.
Algunos actores conocidos, el francés Forneau y la Bayer que habían estado de actualidad en el asunto de la germanina, protagonizaron una historia casi calcada 13 años mas tarde junto con otros (Duisberg, Hoerlin, Mietzsh, Klarer etc) Pero en este caso con una estrella de excepción, Gerhard Domagk y un tema estratégico y de gran importancia en la época, las sulfamidas.
También el argumento tenía nuevos matices políticos. Domagk al final fue apartado discretamente del equipo de investigación y menos mal que en unos días logró preparar la publicación de sus resultados, lo que le valdría el Premio Nobel de 1939. La política sigue estando presente y por decisión Hitler se le prohíbe que recoja el galardón. Debió esperar a ¡1947! Para recogerlo en Estocolmo.
Cualquiera puede deducir el protagonismo de la política en el “redescubrimiento” de la penicilina. La investigación de esta molécula se había agotado con los estudios iniciales de Fleming pero la 2ª Guerra Mundial convierte la búsqueda de fármacos para la gangrena gaseosa y otras infecciones propias de militares en época de guerra en un tema estratégico de máximo interés. Había que disponer de equipos expertos propios con moléculas “nacionales” que superen a las sulfamidas.
Las vicisitudes de la Penicilina respecto a su purificación, patentes, alianzas angloamericanas etc. da lugar a tantas situaciones políticas, que la mayoría de los países toman posiciones estratégicas respecto a subvenciones, control de mercados, importaciones etc. En resumen las historias anteriores, quedan como juegos de niños al lado de lo que supuso la penicilina.
La intervención de la política en el campo de los antimicrobianos en el momento actual posiblemente es mas sutil pero no por ello menor. Podemos recordar fácilmente las guerras de política de precios de hace unos años entre Europa y USA a costa de los productos vitamínicos.
¿Alguien podía dudar de las posibles represalias europeas? Posiblemente otros fármacos incluyendo una fluoroquinolona fue retirado del mercado europeo, pero no del americano, por “problemas de efectos secundarios”.
En la actualidad asistimos a la globalización política de un fenómeno global. Ningún país puede evitar las responsabilidades de abaratar los antirretrovirales para garantizar el tratamiento del síndrome de la inmunodeficiencia adquirida (SIDA) en el tercer mundo sea vía subvenciones, licencias de patentes, suministro directo u otras medidas. La OMS e incluso la ONU, han tomado cartas en el asunto.
Las presiones a la industria, con frecuencia llevan veladas amenazas comerciales de algunos gobiernos que son portadas de periódicos. También son noticia la resistencia de los laboratorios a la posibilidad de vulnerar las leyes de registro de patentes.
Pero la industria juega con una ventaja sustancial; no solo dominan el proceso de fabricación sino también el envasado, conservación, distribución, publicidad, apoyo de la mayoría de los medios etc., que no son cuestiones menores. Hay que destacar que la facturación de algunas multinacionales farmacéuticas es superior al presupuesto de algunos estados necesitados de antirretrovirales.
Otro problema distinto en el que también interviene la política directamente, es la amenaza mundial del síndrome agudo respiratorio severo (SARS). Un preparado antigripal escasamente popular, el Oseltamivir® de la firma Roche se ha convertido de la noche a la mañana en el protagonista mundial sobre el que se debate, por numerosos gobiernos e instituciones, el precio, la producción, distribución, cesión de patentes etc.
En 2005 es un producto de interés estratégico. Probablemente en un par de años pierda protagonismo. Estamos siendo testigos, a través de los medios de comunicación, de la encarnizada pero diplomática guerra comercial que se está librando como si de un combate de esgrima se tratara.
Pero cuando hablamos de política en relación con antibióticos, la mayoría de los especialistas la identificarán con la aplicación de medidas sobre el uso de antibióticos en el hospital para evitar las resistencias. Claro que, las medidas, como ocurre siempre en política, son casi siempre canalizadas hacia los objetivos que mas le convienen a los profesionales mas influyentes del hospital. Comó estos son los gerentes, la política de antibióticos ha terminado siendo política de restricción que es sinónimo, para ellos, de reducción de gasto.
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