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(MBE Y MBA)
José González, Ana Orero, Ana Navarro
La relación médico-paciente (RMP) ha sido siempre muy sensible a los cambios históricos y ha estado condicionada tanto por los avances técnicos y científicos como por los factores socioculturales que determinan en cada momento la convivencia humana. No obstante, desde los tiempos de la Medicina hipocrática y hasta la mitad del siglo pasado, con mayores o menores variaciones históricas y de forma más o menos sistematizada –hay que tener en cuenta que la realidad es siempre más compleja que su descripción, según la afirmación de Borges–, la atención médica al enfermo se ha desarrollado básicamente siguiendo el llamado «método clínico», es decir, la asistencia al hombre que está enfermo (atención a la enfermedad), que se siente enfermo (atención al enfermo) y que es enfermo (atención a la persona). De ahí el clásico aforismo de que «no hay enfermedades sino enfermos» y las diferentes variaciones del mismo habidas a lo largo del tiempo.
Sin embargo, el sujeto enfermo desapareció de la mirada del médico en el momento que el ejercicio de la Medicina pasó de ser una técnica de base empírica y racional a convertirse en una técnica de base científica y experimental, la cual se fue cristalizando de forma sucesiva y complementaria en las tres grandes mentalidades de la medicina decimonónica: la anatomoclínica, que trataba de reducir las enfermedades a lesiones anatómicas; la fisiopatológica, que trataba de explicar las enfermedades como alteraciones funcionales del organismo, procesos materiales y energéticos, que podían ser estudiados y medidos mediante el método físico-químico; finalmente, la etiopatológica, que, en su empeño por encontrar el origen de la enfermedad en causas externas, llegó a postular la etiología microbiana de cualquier enfermedad.
Las tres mentalidades partían de un objetivo común: la búsqueda, a través de la lesión, la disfunción o la causa externa, de un diagnóstico certero y seguro, lo cual llevaría – utilizando las palabras de C. Bernard– a superar la «Medicina conjetural» y alcanzar una «Medicina cierta». En las primeras décadas del siglo xx la investigación bioquímica y genética trajo de la mano la interpretación de la enfermedad a nivel molecular y acabó por reducir al paciente a una suma de datos anatómicos y analíticos. Pero pronto se revelaron las insuficiencias del método científico para dar cuenta de algunas enfermedades, especialmente las psiquiátricas, y para responder a las cuestiones personales que los enfermos planteaban a sus médicos en la clínica.
Volvía a alzarse la voz de los que consideraban, como lo hiciera siglos atrás ….
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