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Estamos acostumbrados a identificar los antimicrobianos con el área médica, ya suficientemente amplia, porque es rara la especialidad sin implicación en este asunto tanto en el ámbito terapéutico como en el profiáctico.
Además como ya se ha visto en otros capítulos, algunos antibióticos son herramientas imprescindibles para la investigación en genética, inmunología, biología molecular etc.
Fuera del ámbito biosanitario, si los analizamos bajo el amplio concepto de biocidas, apenas hay actividad humana que escape a su dependencia. Piense el lector en los productos de limpieza y conservación, desde la droguería a la alimentación, incluyendo tratamientos de superficies y espacios, y siempre estará presente algún antimohos u otro antimicrobiano.
La actividad agrícola no se libra. Se conocen mas los insecticidas, pero bajo el epígrafe de plaguicidas se pueden incluir también los antimicrobianos. Al fin y al cabo la importancia del padecimiento de infecciones por Bacillus y otras bacterias pero sobre todo por hongos son bien conocidas.
Compruebe la composición de los productos que ha comprado para las enfermedades de las plantas (de jardín o de interior) y observará que la inmensa mayoría lleva antimicrobianos, especialmente antifúngicos. Estos productos son abundantemente utilizados en los viveros pues por el precio de las plantas seleccionadas no pueden correr riesgos. Otro ámbito de actualidad lo constituye la agricultura intensiva (cultivos bajo plástico) y en invernaderos asi como para la conservación de semillas tratadas genéticamente. Son actividades tan sofisticadas que cualquier infección causaría graves pérdidas económicas.
En el ámbito ecológico la presión antibiótica es prácticamente desconocida. Pero ¿qué final tienen las toneladas de antibióticos que consumimos? Las aguas residuales de hospitales y ciudades son tratadas pero de forma constante se encuentran antibióticos. Su actividad a través de los riegos, abonos desde lodos de purificadoras etc.
¿cómo afecta a los microorganismos de las plantas? Algunos de ellos, como los fijadores de nitrógeno o los estreptomices del suelo son fundamentales en el ciclo biológico y suelen ser muy sensibles a los antibióticos utilizados en medicina. Una asignatura pendiente es el estudio de la dimensión del empleo y de sus repercusiones en agricultura y ecología y salud respectivamente.
Las aplicaciones en ganadería, aunque con muchas lagunas, se conocen mejor. Desde el comienzo de la era de los antibióticos se utilizan en patología animal. En los años 50 ya se administraban antibióticos a los animales como promotores de engorde (tetraciclinas y cloranfenicol) asociándolos a la mayor producción de carne, leche y huevos en granjas norteamericanas.
Precisamente en Norteamérica se publicaron las primeros aislados resistentes de Salmonella en granjas de animales sometidos a engorde con piensos a los que se añadían tetraciclinas o cloranfenicol. Pero aclaremos antes de seguir en qué consisten los promotores
La producción animal en granjas corre graves riesgos si se producen gastroenteritis de lechones y terneras y otro tanto ocurre con otros procesos en ponedoras u otros animales. Y en un sector en crecimiento que no debe olvidarse, el de la acuicultura también está presente el consumo de antimicrobianos.
Se pueden producir epidemias, retrasos en el ciclo de producción e incluso mortalidad masiva. La adicción de antibióticos como promotores a los piensos permite cerrar el ciclo de producción en el tiempo previsto y eliminar posibles patógenos intestinales favoreciendo la absorción de nutrientes, el engorde y en definitiva la producción animal. De aquí quedó en España la idea popular de que los “antibióticos engordan”; y una de las posibles causas de uso excesivo en pediatría, al menos hasta la década de los 70.
En 1969 se recomienda por primera vez no utilizar antibióticos que se fueran a usar en humanos o que seleccionaran resistencias. Esta restricción se admite en Europa y Canáda pero no en USA donde se argumenta que son mayores las reales ventajas que los posibles inconvenientes.
En 1975 se introduce, para engorde, la avoparcina (similar a vancomicina), la tilosina (macrólido) y virginamicina (estreptomicina). Desde entonces se van incorporando otros como espiramicina, bacitracina, flavomicina, avilamicina, monencina y salinomicina. En esta época no se conocía bien el fenómeno de las resistencias cruzadas pero, una vez conocido el fenómeno, los países reaccionaron de forma variable.
Por ejemplo se prohibió la avoparcina en USA y Cánada por las resistencias cruzadas con vancomicina, pero no en Europa. Fue preciso esperar a 1998 para que la Unión Europea prohibiera la avoparcina. El 1 de Julio de 1999 se prohibió también la espiramicina y bacitracina así como la tilosina alegando que son de uso humano y veterinario la última, cuando el argumento mas sólido es el de las resistencias cruzadas, argumento que se utiliza después para la espiramicina y virginamicina (resistencia cruzada con macrólidos, estreptograminas y lincosamidas) y se propuso también la prohibición para avilamicina y fluoromicina.
En resumen no deberían quedar, en el peor de los escenarios, mas que la monensina y la salinomicina que no se utilizan en medicina (humana ni veterinaria) y son malos antibóticos pero si son buenos promotores de engorde.
Respecto a su utilización, desde hace unos 20 años se considera estabilizado el consumo de antibióticos en veterinaria en torno a las trescientas toneladas año y en coste que ronda los cien millones de euros.
El uso de promotores plantea serios problemas de resistencias cruzadas y selección de cepas resistentes, especialmente preocupantes en Salmonella, E. coli, Campylobacter etc. y sobre todo enterococos. No es menor el asunto de la acumulación de algunos antibióticos en la carne, leche y huevos ¿y en los excrementos como los purines que serán utilizados como abonos? ¿Se degradan adecuadamente?.
Pero su prohibición también está acarreando problemas como es la dificultad de aplicar la normativa europea en España, la bajada en la producción animal, los conflictos políticos en los controles de calidad en importación de productos animales de China o USA por ejemplo, donde se siguen utilizando antibióticos prohibidos en Europa o la necesidad de investigar alternativas. Curiosamente entre éstas se intentan introducir la accion de probióticos y prebióticos.
A la vez, los beneficios de la prohibición no se han hecho esperar. Los primeros trabajos publicados sobre resultados en Dinamarca tras la prohibición, revelan un descenso extraordinario de las resistencias bacterianas a niveles desconocidos desde hace muchos años.
En terapéutica y profilaxis es frecuente el uso de enrofloxacino (fluoroquinolona) apramicina (aminoglucósido) y cefquinona (cefalosporina de 4ª). Una curiosidad, por lo poco conocida, es que a la acción antimicrobiana de algunos componentes de la miel se añade la frecuente presencia de antibióticos, que se han utilizado para tratar algunas infecciones por Bacillus de las abejas.
Se ha intentado correlacionar la resistencia a fluoroquinolonas de aislados de E. coli y Campylobacter en niños con el uso de enrofloxacino en pollos. Debiendo ser próximos al 0%, al estar contraindicados hay estudios que situan estas resistencias por encima del 10%.
J. Prieto.
Antimicrobianos en plantes y animales.
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