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Con la “ausencia de conflictos de interés” suelen terminar los informes o publicaciones experimentales. No deja de ser un eufemismo; lo que quiere decir es que no se han utilizado prácticas irregulares, referidas a personas, animales, intereses intelectuales o financieros.
Aparte de las infecciones, la experimentación quirúrgica y clínica con presos, esclavos o indigentes se practicaba en un contexto de cierta normalidad hasta principios del XX. En el campo de las infecciones, la ignorancia se unía al miedo a abrir la caja de Pandora con alguna salvedad. En 1796 Jenner inició la vacuna (enfermedad de las vacas) contra la viruela. Sus ensayos los realizó en niños pobres de la escuela rural con alguna muerte que no cita en su estudio. Ante el riesgo de una epidemia, a su hijo prefirió variolizarlo antes que vacunarlo.
Ya se le advirtió en 1798 que no se publicaría su trabajo en revistas científicas por no ajustarse a las normas establecidas. Afortunadamente para la humanidad, tras aumentar su experiencia, pagó de su bolsillo la edición de un libro que tendría rápida difusión por Europa. Sin embargo para la expedición de Balmis patrocinada por Carlos IV en 1803 se optó por la variolización. Hay que destacar que, para esta expedición, se reclutaron niños de los hospicios de Madrid y Coruña como fuente para la variolización con una alta mortalidad.
Desde finales del XIX la mayoría de los ensayos presentan conflictos de interés como las vacunaciones de Ferrán, los tratamientos con el Salvarsan de Ehrlich o los primeros tratamientos con antibióticos.
La 2ª Guerra Mundial, supone un punto de inflexión (código de Nuremberg). Sin embargo sirve de modelo en bioética el “Thuskegee Study” desarrollado entre 1932 y 1972 que dejó en evidencia a médicos, investigadores y autoridades. Se evaluaron 412 sifilíticos negros americanos sin tratamiento frente a 204 sanos. Una vez descubierta la penicilina ¡se siguió el estudio! para comprobar el deterioro de los enfermos a largo plazo.
Ante esta situación, la experimentación animal parecía la solución. Recuérdese la investigación de Pasteur con conejos (vacuna antirrábica) las ovejas (carbunco) gallinas (peste aviar) etc. R. Koch en la misma línea popularizó el cobaya como modelo de estudio para la tuberculosis. Desde entonces, los animales son omnipresentes: primates (diversos virus), armadillos (lepra), perros, gatos, cerdos… hasta los simpáticos ratones.
Pero numerosos debates sobre el uso y abuso con este método experimental, han llevado a las Organizaciones Protectoras de Animales, a presionar a los gobiernos para su control. En algunas discusiones se han incluido también la buena praxis con huevos embrionados (rickettsias y virus) o la universal línea de cultivo celular HeLa que se obtuvo de una enferma cancerosa y se difundió y comercializó sin su consentimiento.
La genética microbiana ha llegado a estos conflictos. Durante el 2012 se debatió un proyecto holandés de mutar el virus de la gripe aviar para verificar la transmisión entre humanos. La mayoría de los organismos Europeos y mundiales así como las revistas de mayor impacto solicitaron una tregua para evaluar las consecuencias del potencial riesgo pandémico por pérdida de control o bioterrorismo.
En 2013 se anula el “tiempo muerto” para que reanuden la investigación pero, esos si, con determinadas cautelas. Deberíamos reflexionar sobre los riesgos de armas biológicas que, aunque están prohibidas por numerosos acuerdos, la mayoría sospechamos de su existencia.
A lo citado debemos sumar los conflictos de intereses intelectuales, firmas, autoría, plagios, falsificaciones. Otros conflictos relacionados con intereses económicos condicionan, a veces de forma inconfesable, la investigación.
La relación de material y método verificable y la obligación de declaración de intereses, generalizada por las revistas tras su implantación en 1980 por el NEJM, han mejorado la ética profesional.
El documento de consentimiento informado, el informe del Comité de Ensayos emitido por el centro correspondiente, la financiación etc., son datos que tienen que figurar en el dossier custodiado por el investigador principal. Se trata de regular los conflictos de interés. Es un ejercicio de responsabilidad de todos: Investigadores, Comités de ensayos clínicos, Industria farmacéutica y editores.
Todo ello dentro de los cauces habilitados por las Instituciones. El Código de Nuremberg (1946-47). La Declaración de Ginebra (1948), la de Helsinki (1964) o la W. M. Assembly Hong Kong (1989) son algunos ejemplos. El control por los Comités de Ensayos Clínicos es fundamental. En España, la ley de 2007 sobre cuidado de animales está siendo modificada por acuerdo del Consejo de Ministros (Enero 2013) para incrementar su protección en materia de “bienestar animal” ampliándolo a determinados invertebrados.
En este escenario, se comprende fácilmente el presente y futuro de simuladores in vitro, modelos matemáticos predictivos, Ingeniería química para diseño de nuevas moléculas antiinfecciosas etc. No va a ser fácil sustituir totalmente la experimentación humana y animal pero sí se puede reducir a las mínimas indicaciones necesarias y debidamente supervisadas.
J.Prieto. Infecciones y conflictos de Interés.
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