infecciones

¿Sabías que… las infecciones son frecuentes armas políticas?

A lo largo de la historia en el mundo de la infección se han mezclado la ignorancia, incertidumbre, necesidad, miedo..; un caldo de cultivo para convertir estas enfermedades en arma de presión política, cuando no de clara extorsión. No es de extrañar que, aceptando la definición de von Clausewitz para la guerra como continuación de la política por otros medios, podamos situar el manejo de las infecciones en el filo de la navaja como ocurre con la guerra biológica y el bioterrorismo. Y no son episodios de nuestros antepasados solamente. Sigue estando en vigor.

En una parte mas social que política se ha usado el insulto personal como, tiñoso, apestado sarnoso, piojoso u otros como equivalentes a sucios, desharrapados o marginados. Otros adjetivos como leproso, tísico, sifilítico o sidoso implicaban exclusión social. Ocasiones ha habido en que el enunciado de uno de esos adjetivos ha ido seguido de su expulsión de la ciudad, de un avión o de otros lugares y, a veces, la prisión.

El dicho “por la caridad entran las pestes” siempre ha sido una coartada que se sigue utilizando. Insultante y excluyente fue el uso del “mal francés”, “napolitano”, “español”… según conviniera para referirse a la sífilis. De forma parecida se manejan los términos de “venganza de Moztezuma”, “diarrea de los faraones”, etc. sobre la diarrea del viajero. España ha arrastrado un cierto desprestigio internacional con la cepa 23F española del neumococo y las resistencias de esta especie que puso en peligro las olimpiadas de Barcelona.

Este hecho, convenientemente exagerado por países como Inglaterra y EEUU trajo de cabeza a los políticos de entonces. Claro está que no hay evento importante que esté libre de rumorología o exageración de noticias por intereses bastardos. Muy recientemente hemos tenido la desagradable

“guerra de pepinos de Almería” como vehiculadores de la epidemia en Almería de E. coli. Tras serias pérdidas económicas debieran movilizarse varios ministerios para demostrar que ni eran españoles, ni eran los pepinos los responsables. Pero el“sambenito” quedó colgado.

Las propias instalaciones sanitarias han sido utilizadas políticamente a lo largo de la historia. Bajo el objetivo de control de enfermedades cuarentenables, los lazaretos se convirtieron en reguladores aduaneros en algunos países tanto para mercancías (ejemplos de Mahón y Vigo) como de emigrantes (Ellis-island).

Se decía en la España del XIX al XX que los médicos, para entrar en política, debían pasar por Medicina Exterior. Eran puestos donde “hábiles” negociaciones con los capitanes de mercantes aportaban los fondos necesarios para hacer frente a las caras campañas políticas.

Los hospitales también están condicionados por la política local. Los Dispensarios antipalúdicos y antivenéreos, así como los hospitales de aislamientos antituberculosos y antileprosos siempre han marcado a los enfermos, los cuidadores e, incluso, a las localidades donde asentaban.

También ocurre en la actualidad con las unidades de SIDA, infecciones nosocomiales, episodios de desconfianza y xenofobia con enfermedades de fondo (tuberculosis, SIDA, hepatitis) salas de aislamiento etc. La influencia y dominio de la “política” sanitaria se deja ver en estas situaciones.

En la España autonómica vivimos a cada momento las disputas políticas por poner, o no, a punto un calendario de vacunaciones único, a la hora de distribuir el oseltamivir o la vacuna antigripal en las epidemias de gripe pasadas, a la hora de preparar una campaña de educación sanitaria o simplemente de establecer centros de referencia para el diagnóstico o control de una determinada infección.

A finales del XIX los médicos hablaban del “bendito cólera” porque solo cuando llegaban noticias de epidemias de cólera en España o países vecinos, se decretaba la creación de la Dirección General de Sanidad con su presupuesto correspondiente, que se amortizaba al desaparecer el peligro.

Situaciones emergentes han surgido en los últimos años. Los atractivos cruceros turísticos que mueven miles de pasajeros entre varios países, pueden convertirse en “bombas sanitarias” con consecuencias político-sanitarias como las que se han vivido en estos grandes barcos con cuadros gastrointestinales sobre todo, donde la aplicación de la cuarentena no siempre es fácil.

También asistimos estos últimos años a la politización de procesos como la gripe aviar o la nueva pandemia de gripe H1N1. Política informativa, control de viajeros, distribución de fármacos y vacunas etc. han sido constantes fuentes de roces entre países.

Por supuesto las estrategias de las grandes potencias para la destrucción del virus variólico y o el control para la centralización y destrucción de las armas biológicas, transciende a las medidas sanitarias y a la propia Organización Mundial de la Salud.

Autor: J.Prieto

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