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Bases para una alimentación saludable

La Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) presentó en 1994 la Guía alimentaria para la población española, de la que, en diciembre de 2016, se presentó una nueva actualización.

Las recomendaciones actualizadas en ésta nueva guía incluyen: la práctica diaria de actividad física, la búsqueda de un adecuado equilibrio emocional, y un correcto balance energético entre la ingesta y el consumo energético; orientado a conseguir un peso corporal saludable. En cuanto a la preparación de los alimentos, recomienda procedimientos culinarios saludables y una ingesta adecuada de agua.

Las recomencaciones para una alimentación saludable

Las recomendaciones proponen al menos una hora diaria (unos 10.000 pasos) de ejercicio físico moderado. Una alimentación con productos seleccionados de forma consciente, tanto por sus propiedades organolépticas como por su aportación en nutrientes. Una selección racional, rica y variada de los principios inmediatos que se han de incluir para preparar los platos, junto con una elaboración saludable de los mismos. Consumir los platos en un ambiente agradable, familiar y sosegado. Es importante que tengamos presente el consumo energético de cada individuo para adaptar sus requerimientos en la dieta.

En cuanto a la preparación y elaboración de los alimentos se debe de realizar de forma saludable, con materias primas de primera calidad y con utensilios seguros, de manera que ésta se haga de la forma más adecuada, no se generen compuestos indeseables durante la preparación y no se produzca transferencia de sustancias tóxicas a los alimentos desde los utensilios de cocina. La Guía recomienda la preparación de los alimentos al vapor, o bien crudos o con poca elaboración, si son alimentos seguros.

El consumo suficiente de agua es otro de los pilares de la dieta saludable, precisando alrededor de 2,5 litros diarios de agua y otras sustancias líquidas que la aporten. Esta cantidad hay que adaptarla según sean las características de cada sujeto; así la cantidad de actividad física que se realiza, el clima, o ciertos estados de enfermedad que condicionen fiebre o alteraciones en el equilibrio hidroelectrolítico, exigen una adaptación de la cantidad de agua que se ha de consumir.

Fuente: Guía alimentaria para la población española


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