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La plata (Ag), elemento brillante, ha tenido importantes y llamativas aplicaciones históricas en Medicina, aunque actualmente son bastante limitadas.
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Según el historiador Herodoto, los reyes de la antigua Persia no bebían agua que no se almacenara y sirviera en vasijas de plata. En el ejército romano solo los mandos bebían en vasija propia de plata o cobre, responsables, según los rumores, que padecieran menos enfermedades que los soldados. Garantizaban “frescura” y seguridad en duraderas expediciones militares donde faltaban fuentes con agua de calidad.
Desde la acuñación de las valiosas monedas de plata- generalmente en aleación con oro o cobre- se generalizó la costumbre de esconderlas en lugar seguro. ¡Nada mejor que las tinajas y los pozos! Pronto se vio que, además de la seguridad, mejoraban la potabilidad del agua. Era tradicional el uso de una moneda de plata en la leche para evitar que se agriara. Resultaba de gran utilidad, habitual hasta hace pocos años, para caravanas por zonas despobladas y trashumancias con niños y enfermos.
Fenicios, griegos, romanos,…hasta los contendientes de la 2ª Guerra Mundial aprovecharon sus propiedades sanitarias. Las crónicas más antiguas destacan su uso en escamas o placas sobre heridas y mordeduras para evitar infecciones, incluida la rabia. Hipócrates refiere las ventajas de la plata en el tratamiento de úlceras infectadas y en la cicatrización de las heridas.
En la farmacopea romana (año 69 a. d. C.) ya se describían numerosas indicaciones para derivados de plata. En el Renacimiento, desde Avicena y Paracelso, destacan las aplicaciones del nitrato de plata para la purificación de la sangre y tratamiento de heridas infectadas. Se llegó a prescribir por vía general para tratar las infecciones cerebrales, supuestamente a vida o muerte.
La leyenda sobre un suceso médico del siglo XVI, popularizó el uso de la plata durante varios siglos. Se refiere a Tycho Brahe, noble danés, matemático, astrónomo, alquimista, vanidoso, déspota y, sobre todo, bebedor y pendenciero famoso. En una fiesta con abundancia de alcohol, una discusión científica con otro invitado derivó en duelo y Tycho perdió la nariz. Rápidamente se procuró una nariz de plata que le proporcionó la curación de la herida, prestigio social y cierto glamour.
No dejó de exhibir su nariz por toda Europa hasta morir en 1.601, siendo enterrado en Praga, en un mausoleo muy visitado todavía. Fue tan famoso que, para verificar la leyenda, se abrió su tumba en 1.901 con resultados sorprendentes. Había utilizado también el cobre para reforzar la plata y darle un color más natural, acorde con su vanidad. Se determinó que la causa de la muerte debió ser el mercurio por las altísimas concentraciones encontradas. ¿Fue envenenado, intoxicado en sus trabajos de alquimia, lo asoció a la plata o fue por tratamiento de sus infecciones?
La familia Credè, -padre, obstetra e hijo, cirujano y bacteriólogo- ha quedado ligada a la historia médica de la plata. El obstetra implantó en la década de 1.880 la profilaxis que lleva su nombre y sigue en vigor ¡140 años después! Consiste en la instilación conjuntival de nitrato de plata al 2%, luego rebajada por él mismo al 1% por los casos de irritación. Rebajó la dramática oftalmía gonocócica del recién nacido desde el 7,8% al 0,1%, pero publicó sus resultados 13 años más tarde.
Mientras tanto, el hijo triunfó con los experimentos de plata en animales y la administración intravenosa de coloides (colargol + atropina) en infecciones gonocócicas graves. Pero la “profilaxis” debe asignarse al padre, que también describió la “maniobra” obstétrica, conociéndose ambas erróneamente en la literatura como “Método de Credè”.
De todas formas, la profilaxis de la oftalmía del neonato sigue presente en todos los protocolos. Eso sí, con altibajos. Errores en la concentración de la sal de plata provocó más de una ceguera y la penicilina la sustituyó en los paritorios. Pero la demostración de otros agentes causantes de la oftalmía, resistentes a la penicilina, incluidos algunos gonococos, aconsejó rescatar la “profilaxis de Credè” original.
Aplicaciones médico–quirúrgicas. En la Medicina científica, entre los biocidas, los derivados argénticos ya tenían un terreno ganado como se ha citado anteriormente. El nitrato de plata, el más utilizado en eliminación de verrugas de etiología vírica, es un eficaz científico competidor frente a los populares conjuros. El cirujano americano W. Halsted generalizó el uso de plata y derivados, como antisépticos, en hilos de sutura, apósitos, etc. Admirador de los Credè, Pasteur, Welch y Osler entre otros, su biografía podría superar al relato más atrevido.
Los descubrimientos sobre etiología bacteriana animaron a desarrollar remedios como los coloides argénticos. El “protargol”, “argirol” y “colargol”, los más conocidos, se incorporaron a múltiples preparados comerciales. La compleja preparación, la valoración por tanteo y los inciertos resultados no fueron obstáculo para sus múltiples indicaciones.
Las heridas infectadas, meningitis, fiebres posparto, neumonía, gangrena, tétanos o difteria fueron algunas. Curiosamente, el tratamiento de la angina diftérica con gárgaras de la burbujeante agua oxigenada se intentó mejorar con “colargol”. Este coloide acelera el desprendimiento de oxígeno por acción de la catalasa celular y bacteriana. Es imaginable lo ocurrido con algún enfermo, cuando se contraindicó por ¡”explosión bucal”!
Odontología. Desde hace más de un siglo, las amalgamas de plata (con mercurio) rindieron un gran servicio en el tratamiento de caries. La fidelidad profesional por ventajas de coste, fácil manejo y resultados, se quebró por la toxicidad del mercurio, prohibido en muchos países. Por el contrario, el fluoruro o yoduro de plata y preparados con nanopartículas activas en biopelículas, se están incorporando al arsenal odontológico actual.
Los lunáticos y la plata. Los alquimistas, denominaban “luna” a la plata por su brillo y color. En el siglo XVII relacionaban los planetas, descritos entonces, con las partes del cuerpo, concretamente la luna (plata) con el cerebro. De aquí la “luna de plata” y “lunático” o loco, asociando tratamientos y efectos secundarios en epilépticos. Cuando el alquimista Geber creyó encontrar en el nitrato de plata la “piedra filosofal”, no tardó mucho tiempo en probarla él mismo.
Al sufrir en sus carnes la acción corrosiva del compuesto clamó por llamarla “piedra infernal”. Este anecdótico nombre lo hizo famoso el escritor inglés Malcolm Lowry, que atormentado y alcohólico murió en 1957. Dejó un breve manuscrito autobiográfico, demoledor, corrosivo, un tanto desordenado y de difícil lectura, titulado “Lunar Caustic”. Prácticamente sin modificar, su esposa decidió publicarlo bajo el título de “Piedra infernal” con gran impacto en un selecto mundo literario.
Escenario actual. La llegada de los antibióticos implicó la reubicación de los derivados argénticos. En 1.966 se introdujo la plata asociada a una sulfamida. La sulfadiazina argéntica en infección de heridas por Pseudomonas, especialmente en quemados, es un tratamiento actual de elección. Abrió una línea de investigación en el campo de las resistencias y tiene un excelente futuro en el recubrimiento de biomateriales con nanopartículas. Los haluros, del tipo del yoduro de plata, son curiosos derivados usados en meteorología (lluvia artificial) y en Medicina como antisépticos.
Diagnóstico. En el siglo XIX la ciencia se tiñó de colores y los métodos de tinción presidieron el diagnóstico, especialmente en Histología y Microbiología. El Nóbel, Ramón y Cajal, aprovechó la plata para teñir las células argentafines (de Golgi) y visualizar las finísimas redes neuronales. Las impregnaciones para las finas espiroquetas o el método de Dieterle para Legionella, son ejemplos de otras aplicaciones. Pocas tinciones ofrecen imágenes tan bellas como las obtenidas con plata metanamina al teñir hongos y las lesiones que producen. Como en las técnicas fotográficas, la plata ha tenido un importante papel en los avances de la genómica y la proteómica.
Tecnología. Sorprende la variedad de presentaciones comercializadas en su día: bujías, óvulos, píldoras, polvos, pomadas, supositorios y, especialmente, inyectables para administración sistémica,… O sea, Ehrlich no partió de la nada, había sobrados precedentes para su “bala mágica”.
Un novedoso y espectacular método, para obtener plata coloidal, se presentó con éxito a la prensa médica especializada. “Colocando 2 electrodos de plata en agua destilada, aparecen chispas verdosas, cierto ruido, vapores pardos y nubecillas de plata en el agua verdosa. El producto resultante cura todas las infecciones”. ¿Qué nombre recibió esta panacea…? Exacto, no podía ser otro que “Electrargol”.
Estas novedades no son bromas ni antiguallas. Pequeños aparatos con electrodos cobre-plata se usan para potabilizar agua en viajes espaciales. Abundan productos y artilugios diversos en tiendas naturistas para el control de infecciones, aunque los organismos oficiales no los consideran importantes.
Se describen en la literatura diversos y raros efectosde derivados de la plata administrados de forma masiva o mantenida. Algunos ejemplos son: queratitis, dermatitis, disnea, cefaleas, nauseas o la pigmentación negruzca-azulada de piel y mucosas. La citada pigmentación, parecida a la melanosis, se conoce como “argirosis”, que algunos extienden a la intoxicación sistémica. En todo caso, juzgando su rareza, posible prevención y buen pronóstico con un tratamiento precoz, se puede sentenciar la inocencia del elemento.
Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde trabajó sobre: diagnóstico, nuevos antimicrobianos, modelos de cultivo continuo y arquitectura de poblaciones bacterianas. Su labor se plasmó en numerosas publicaciones científicas, libros y artículos de divulgación. En Esfera Salud, sus artículos de divulgación sobre historia y actualidad de la Medicina, están dirigidos al público interesado en temas de Salud.
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