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Los pulmones son el único órgano interno del cuerpo que se expone constantemente al medio ambiente externo. Las amenazas para la salud de nuestros pulmones están en todas partes y comienzan a una edad temprana. Afortunadamente, muchas de estas amenazas se pueden evitar y sus consecuencias se pueden tratar.
En nuestro medio, la EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica), el asma bronquial y la alteración respiratoria del sueño son los problemas respiratorios crónicos más frecuentes y en ellos se produce una limitación al paso del aire por las vías respiratorias, que puede dar lugar a síntomas como disnea (ahogo), tos y expectoración.
Las fuentes más frecuentes de aire no saludable que contribuyen a la mayoría de las enfermedades respiratorias son: el humo del tabaco, la contaminación del aire por el tráfico y las fuentes industriales, el ambiente insalubre en el lugar de trabajo y los microbios, alérgenos o partículas tóxicas que el aire puede tener en suspensión.
Aparte de otras diferentes causas, el calor puede hacer que los pacientes con estas enfermedades presenten un empeoramiento de sus síntomas, por lo que durante el verano y los meses más próximos al mismo, en los que suele haber una elevación de las temperaturas, es una época en la que se debe estar atento a la evolución de la sintomatología y tomar ciertas precauciones.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que la temperatura ambiente óptima para el organismo es entre 18 y 24º C, cuando el cuerpo se mantiene a unos 36°C-37°C. Cuando las temperaturas son más altas, el cuerpo humano trata de enfriarse y se libera del calor principalmente a través del sudor, aunque la respiración y el incremento en el ritmo cardíaco también pueden expulsarlo.
El posible empeoramiento de los pacientes con enfermedades respiratorias se debe a que el calor provoca que el cuerpo tenga que trabajar más para mantener una temperatura corporal normal, con lo que se requiere más oxígeno. Esto conlleva a que la respiración en pacientes con EPOC o asma bronquial pueda verse dificultada más de lo habitual. Por otro lado, las altas concentraciones de ozono, como consecuencia del mayor número de horas de sol y el aumento de la temperatura, también pueden contribuir al agudizamiento de los síntomas.
Además, en los pacientes de más edad, otros procesos como la deshidratación, la descompensación cardíaca, la insuficiencia renal u otras comorbilidades (hipertensión arterial, diabetes mellitus, obesidad) pueden agravar la situación y requerir una atención especial e incluso el ingreso hospitalario del paciente.
Lee el siguiente capítulo: Enfermedades respiratorias crónicas: Consejos para respirar mejor en épocas de calor
Autores: José González (SEFYP), David Martínez (Dpto Medicina Preventiva y Salud Pública, UCM), Ana Navarro y Ana Orero (Medicina de Familia, CAP Puerta del Ángel, Madrid)
Doctor en Farmacia
Autor de los libros: La Historia oculta de la Humanidad, La Farmacia en la Historia, Ajuste de cuentos y Viaje al levante almeriense, entre otros
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