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Si preguntamos a un paciente nos contestará, simplificando, que es una penicilina; Un sanitario, en general dirá que es un antiinfeccioso. Un especialista tenderá a identificarlo con un antimicrobiano pero especificando que puede ser antibacteriano, antifúngico o antivírico y, si se le deja, se extenderá en consideraciones de origen natural o sintético. Por último el filólogo diría que es un sinsentido porque es un “anti-vida” que sirve para salvar vidas.
No es fácil aclarar las cosas cuando académicamente se ha pretendido diferenciar y definir de manera dogmática qué es un desinfectante (antimicrobiano para superficies inertes), antiséptico (para piel y mucosas), quimioterápico (sintético), antibiótico (natural) o un antimicrobiano (cualquiera que actúa frente a microbios). Se reservan para uso sistémico los que tengan toxicidad selectiva, es decir sean tóxicos fundamentalmente para los microorganismos patógenos.
Sin embargo la historia nos ha demostrado que compuestos mercuriales o determinados colorantes se han utilizado como desinfectantes, antisépticos y/o quimioterápicos; algunos antibióticos, al ser sintetizados pasaran a ser quimioterápicos y muchos antimicrobianos tienen unos orígenes y/o indicaciones que no tienen nada que ver con este tema si no fuera por las curiosidades que ofrecen.
Veamos algunos otros enfoques
Una de las curiosidades mas sorprendentes radica en la actividad antimicrobiana de algunos psicofármacos. Hace mas de 45 años que se conocen propiedades antimicrobianas de la clorpromacina. Desde entonces se han estudiado numerosos derivados de las fenotiacinas frente a bacterias, micobacterias, virus y protozoos, sin alcanzar un nivel terapéutico. También las fenotiacinas de acción antihistaminica (prometacina, flufenacina) poseen propiedades antimicrobianas, que naturalmente no obedecen a ningún mecanismo antipsicótico. El mecanismo de acción es desconocido pero deben actuar a nivel de pared o membranas y también en la replicación de plásmidos (¿impedirían transmisión de plásmidos R?).
Sobre otros psicofármacos hay muy pocos estudios, pero muy atractivos, como es el caso de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, concretamente la sertralina debido a que: aunque de acción moderada, alcanza alta concentración en tejido nervioso y podría actuar sinérgicamente con algunos antimicrobianos; por su acción sobre bombas de expulsión, se podría estudiar la reversión de la resistencia de algunos antimicrobianos.
Los anestésicos generales (óxido nitroso, cloroformo, éter, halotano) siempre se asocian a factores de riesgo de infección. Sorprendentemente se demostró que la mayoría tenían una cierta acción antimicrobiana, pero también se ha visto que al aumentar la permeabilidad de la pared intestinal facilita la traslocación con lo que las ventajas quedan harto neutralizadas.
También los anestésicos locales (lidocaina, procaina) tienen alguna actividad que debe tenerse en cuenta ¿Cuántas muestras patológicas obtenidas bajo anestésicos de este tipo habrán resultado negativas?
Otro grupo de fármacos sorprendentes y en cierto modo decepcionantes han sido los antineoplásicos de naturaleza antibiótica. Las razones son varias:
a) el descubrimiento de las actinomicinas por Waksman en el año 40 levantaron expectativas como antimicrobianos y antineoplásicos, que luego se redujeron al campo antitumoral. Pero hizo pensar que unos y otras se podrían utilizar indistintamente pues
b) todos actuaban bajo el concepto de toxicidad selectiva aunque unos fueran mas tóxicos para células cancerosas y otros para bacterias.
c) El 5 fluorouracilo y los compuestos de platino, aunque de naturaleza “no antibiótica” habían demostrado una cierta actividad frente a toxoplasmas y Campylobacter respectivamente. Pues bien se han hecho estudios con bleomicina, doxorrubicina, mitomicina, antraciclinas, espirubicina, mitoxantrona, etc. y solo con citarabina y daunorobicina se ha registrado alguna actividad.
Como vemos, el mundo de los antimicrobianos es mucho mas difuso en la práctica que en la academia, obligando a plantearse numerosas cuestiones de interacciones farmacocinéticas, sinergismos o antagonismos con fármacos específicos, resistencias cruzadas etc.
Curiosamente hay muchos fármacos que no tienen nada que ver con la terapia antiinfecciosa y que sin embargo poseen características antimicrobianas. Solo en unos pocos se ha estudiado pero no dejan de ser llamativos los resultados.
La úlcera gastroduodenal se trató siempre con antiácidos de forma sintomática y en la esperanza de no terminar en la mesa de operaciones o con una complicación mortal. Era impensable, antes de 1983 que estuviera producida por un microorganismo (Helicobacter pylori) y menos que ningún antiácido tuviera actividad antimicrobiana. Hoy sabemos que las sales de bismuto, especialmente el subcitrato de bismuto coloidal presenta unas concentraciones mínimas inhibitorias frente a H. pylori entre 3 y 12 mg/l.
Los mas modernos inhibidores de la bomba de protrones como el lansoprazol muestra una actividad similar al bismuto. No son suficientes para curar una úlcera instaurada, pero a lo largo de muchas décadas, los antiácidos fueron el único remedio sintómatico a los dolores y mal carácter del ulceroso y quién sabe si no fueron también un remedio curativo para millones de pacientes tratados en fases incipientes.
Uno de los fármacos mas clásicos para aliviar la disnea de algunos enfermos respiratorios ha sido la N-acetil-cisteina. Hace pocos años se ha caído en la cuenta de que además de su acción fluidificante tiene: a) una cierta actividad frente a determinadas especies de gram positivos y gram negativos b) actividad sinérgica con las carboxipenicilinas y c) discutida actividad frente a P. aeruginosa, frecuentemente implicado en patologías crónicas.
Aunque in vitro sea discutible su actividad, lo que es indiscutible es que al tratarse de un reductor del potencial red-ox no facilita precisamente el desarrollo de un aerobio estricto como es P. aeruginosa. La búsqueda de propiedades parecidas en fármacos habituales del aparato respiratorio no ha sido satisfactoria, y si alguno se encontró, como en el isoproterenol, no se pudo aprovechar al ser descartado por sus efectos secundarios.
También se han encontrado efectos antimicrobianos aunque moderados en betabloqueantes como el propanolol o bupronalol pero donde si se ha demostrado una interesante actividad ha sido en un atihipertensivo antagonista del calcio, el verapamil con acción antitripanosómica y facilitador de la actividad antipalúdica de la cloroquina.
Siempre se sospechó que la aspirina, por su origen químico y beneficioso en inflamaciones microbianas, podía tener algún carácter antimicrobiano. Efectivamente se ha demostrado, pero a tan altas concentraciones que se piensa no debe tener repercusión terapéutica. Algo mas activos son otros antiinfalamatorios no esteroideos destacando la teórica aplicación de diclofenaco en la brucelosis gracias, no tanto a su actividad antibrucelar moderada como a sus propiedades farmacocinéticas.
Autor: J. Prieto
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