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El 5 de mayo de este año, la OMS elaboró un informe sobre las muertes asociadas a la pandemia de COVID-19. Estimaba en 15 millones las registrados del 1 de enero de 2.020 al 31 de diciembre del 2.021, que denominó “exceso de mortalidad”. Es la diferencia entre el número de fallecidos y el esperado, basado en los datos de años anteriores a la pandemia. Es el método preferido para referir la mortalidad en COVID. Recuérdese el empeño informativo del Gobierno que, omitiendo interesadamente este criterio, le llevó a discrepar de las cifras de otras instituciones, incluso oficiales.
En relación con la “mortalidad excesiva”, el “efecto cosecha” (harvesting) se refiere al adelantamiento de la mortalidad, previsible en personas vulnerables con mal pronóstico. La denominación, aunque parezca peyorativa, resulta afortunada porque es de sentido común y fácilmente comprensible en las infecciones por virus respiratorios. Desde los primeros tiempos del cristianismo se utilizó la parábola del sembrador (evangelios de Marcos, Mateo y Lucas), muy pedagógica, para explicar asuntos complejos. Describe al agricultor que, al sembrar, esparce algunas semillas al camino, que se las lleva el viento o se las comen las aves. Otras semillas caen en terreno pedregoso donde nacen con dificultad y se agostan con los primeros calores. Otra parte crece entre malas hierbas sin dar los frutos esperados y, finalmente, las que caen en buen terreno producen la cosecha esperada.
Si identificamos la semilla con el virus pandémico por ejemplo, puede diseminarse en espacios abiertos, perdiéndose el agente infeccioso sin consecuencias. Cuando se dispersa por terrenos hostiles con buena inmunidad- niños y jóvenes – los virus se replican con dificultad; no registrarán casos mortales. Si la semilla esparcida cae en terrenos abonados -ancianos, obesos, diabéticos, etc.- la enfermedad se cobra una importante cosecha en términos de letalidad. Nótese que el terreno abonado se identifica con la población vulnerable y los de peor pronóstico dan sentido teórico al “efecto cosecha”. Es bien sabido que las sucesivas cosechas van disminuyendo a medida que se van consumiendo los nutrientes o abonos; es la explicación de los barbechos. Es decir, en una epidemia, si la población no se resiembra con vulnerables, el “efecto cosecha” del agente causal disminuye o desaparece.
Dependiendo del tiempo de maduración de los frutos- aparición del “exceso de mortalidad”- las diferentes cosechas pueden considerarse tempranas o tardías. En las primeras es relativamente fácil relacionar causa etiológica y mortalidad; no así en las tardías
Antes de la pandemia, el INE presentaba unas cifras de mortalidad coherentes con las circunstancias de cada año. En 2.018 fueron 427.000, 418.000 en 2.019 o 493.000 en 2.020, año inicial de la pandemia. La trágica “cosecha temprana” de fallecimientos tras el comienzo de la pandemia es bien conocida. Los confinamientos, cambios antigénicos, mejoras terapéuticas, vacunación, etc. influyeron bajando la mortalidad en 2.021 por el descenso teórico de los más vulnerables.
¿Hemos superado ya el “efecto cosecha” este año? Lamentablemente no; padecemos actualmente algo parecido a una “cosecha tardía”. Dice un principio de Murphy: “Si algo puede ir mal, irá mal”. En España este año va peor que todo el anterior y, sorprendentemente, los peores resultados respecto a años anteriores correspondieron a meses cálidos.
Para el Instituto de Salud Carlos III, se registra este año un notable exceso de mortalidad. Según Eurostat, entre marzo y junio de este año, España registró un exceso de mortalidad con 48.000 defunciones, el más alto de los últimos 4 años. Lideró, junto a Portugal, el exceso europeo de mortalidad: 17 % frente al 6 %. Para otras fuentes, de mayo a octubre se produjeron 27.060 fallecidos sobre los previsibles para los meses cálidos, los de menor mortalidad. Se atribuye el registro de unos 10.000 directamente por COVID-19 y 5.000 por la ola de calor, pero ¿y los otros 12.000?
Solo en el mes de octubre, el menos caluroso de los citados, se anotó un exceso de 1.500 más de los esperados. Se debe resaltar que en los mismos meses del primer año pandemia, se registró un exceso de mortalidad de 14.000 y en el 2.021 de 10.000 ¿Corresponden a los fallecidos sin control PCR? La realidad informativa con los bailes de datos es preocupante, pero el problema es incuestionable.
Sorprenden las lagunas sobre el actual “exceso de mortalidad” y que el Ministerio de Sanidad no sepa qué ocurre o no lo explique. ¿O está muy ocupado en la política electoral? La escasa información existente procede de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS), recogida tibiamente por algunos medios de comunicación. Quizás percibiríamos mejor su dimensión, comparándola con las muertes de tráfico en España (1.755 en 2.019, 1.370 en 2.020 y 1.508 el año pasado).
Interrogantes. Las escasas publicacionese informesoficiales se prestan a la especulación y dispara los rumores y los bulos. ¿Las muertes de la “cosecha tardía” son por COVID o con COVID? ¿Se deben a las demoras diagnósticas y terapéuticas en ancianos, hipertensos, etc., por las deficiencias médicas tras la pandemia? ¿No serán consecuencia de la vacunación massiva? Los incrementos de infartos, trombosis e ictus ¿podrían ser la consecuencia, al menos en parte, de lesiones vasculares latentes por los virus? ¿Estaremos ante infecciones oportunistas o factores de vulnerabilidad desconocidos? ¿Qué papel juega la enfermedad de COVID persistente?
En cualquier caso cabe esperar un agravamiento de la situación porque entramos en los meses de más alta mortalidad anual. Si se produce un fenómeno de sinergismo entre diciembre y febrero, el “efecto cosecha tardía” se puede disparar.
Política informativa. Visto el fracaso de la información oficial en los principios de la pandemia no podemos ser optimistas. La OMS (informe del 10 mayo, 2.022) ya apunta las frecuentes discrepancias de resultados según criterios metodológicos y periodos de estudio sobre todo. Pero al menos las instituciones oficiales deben informar, coordinarse y no crear confusión. De los organismos nacionales destacan: IN de Estadística, IS Carlos III, Registro Civil y el Centro de Alertas del Ministerio de Sanidad. De momento echamos de menos una información rápida y rigurosa, mejor que la del inicio de la pandemia.
Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde trabajó sobre: diagnóstico, nuevos antimicrobianos, modelos de cultivo continuo y arquitectura de poblaciones bacterianas. Su labor se plasmó en numerosas publicaciones científicas, libros y artículos de divulgación. En Esfera Salud, sus artículos de divulgación sobre historia y actualidad de la Medicina, están dirigidos al público interesado en temas de Salud.
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