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Temas
¡Al contrario! Tras dos años de experiencias con COVID, no todos perciben que estemos hoy mejor. Los éxitos médicos no casan con la deficiente gestión e información oficial. La gente recibe mensajes contradictorios de esperanza y frustración. Nadie se libra de esta torre de Babel, ni los profesionales sanitarios.
Conviene tenerlas presentes para actuar con sensatez. El resfriado es la infección más prevalente, estacional, respiratoria de vías altas, de buen pronóstico, raras complicaciones y con frecuentes reinfecciones.- Etiología: numerosos tipos y subtipos de virus (coronavirus, rinovirus…), que mutan con frecuencia.- Los virus invaden las células epiteliales donde se replican.- El huésped responde con sintomatología de diferente intensidad: tos, fiebre, etc.- Habitualmente los virus no pasan a sangre, pero sus componentes sí.- Frente a los citados componentes víricos, el organismo fabrica anticuerpos de baja calidad protectora (explica reinfecciones y la ausencia del típico “efecto rebaño”).- La reacción excepcional, anormal y exagerada (trombos, tormenta de citoquinas,…) explica la letalidad.
Por tanto, en COVID la sintomatología y el pronóstico radican en la respuesta del enfermo, más que en el virus.
Declaraciones, gestos y actuaciones del Presidente y demás autoridades crean a menudo más confusión que esperanza. Aparte del desafortunado inicio “tendremos, a lo más, uno o dos casos”, hay muchos ejemplos más.
“Hemos vencido al virus”, declaró el Presidente al inicio del verano de 2.020, sin informarse sobre la dinámica de las pandemias. A la euforia popular, con inoportunas celebraciones, siguió el desasosiego. Más adelante insistió “Vamos a erradicar el virus”. ¿Es que sus asesores no le han explicado que en la historia no hay pruebas de haber erradicado ningún patógeno? Ni siquiera ha desaparecido el de la viruela, que se suele poner de ejemplo llamativo.
En una rectificación admitía: “El virus ha llegado para quedarse”. Es importante aclarar que los virus ya estaban aquí, los humanos llegamos después. Todos recordamos el “No dejaremos a nadie atrás. Habrá mascarillas, guantes, vacunas, etc. para todos”, pero nadie sabía dónde ni cuándo. Otra: “Se ha demostrado la transmisión respiratoria, por eso es fundamental el lavado de manos”. Sin comentarios.
Sabemos que son formas de hablar, pero la gente las interpreta como le conviene, arrimando el ascua a su sardina. Es una forma de llegar al caos por la contradicción.
El uso adecuado de la biología molecular es imprescindible. Ahora bien, con el lema de algunos sabios: ”test, test y test”, mucha gente pensó en la PCR para acabar con la pandemia. Ahora los políticos recomiendan el “uso individualizado de pruebas antigénicas rápidas” para todos. Conviene preguntarse antes para qué y comprometerse a seguir la conducta adecuada según el resultado. Si no, es mejor no hacer nada.
Se ha anunciado la investigación e inminente producción de “tratamientos y vacunas esterilizantes” con regocijo de los ciudadanos. Es imaginable su reacción cuando descubran que la esterilización solo se logra con la incineración, autoclave, sosa cáustica y métodos similares.
La población atendió ejemplarmente, como única solución, las indicaciones de la Ministra de Sanidad “vacunar, vacunar y vacunar para lograr el efecto rebaño”. Este mes de diciembre se dispararon las vacunaciones, ¡mala suerte!, también los contagios, y el efecto rebaño quedó sin aclarar. Además le tocó asistir al parto de los montes del Presidente, que reunió al Consejo de Ministros para sacar un decreto… “Obligación del uso de mascarillas en el exterior”. La patética defensa de este decreto como tantas otras iniciativas y declaraciones controvertidas, no ayudan a generar confianza y seguridad en la población. Todo lo contrario.
Como todas las pandemias, la de COVID está poniendo a prueba a políticos y sabios. Con sus declaraciones y decisiones se desencadena una conducta ciudadana bipolar, cambiante, de la felicidad a la melancolía según las circunstancias.
La conclusión es una coartada. ”Hemos actuado al dictado del comité de expertos” dicen los políticos, que nunca enseñan los informes ni la composición del comité.
“Antes de la pandemia, nadie sabía nada” decía el Presidente con frecuencia.
Numerosos ejemplos atestiguan lo contrario. A finales de los noventa, la Sociedad Española de Quimioterapia, dirigida por el Dr. García Rodríguez, proyectó ocuparse de las enfermedades prevalentes en España. Se excluyó la más prevalente, el resfriado común, por la falta de apoyo de la Administración, Firmas farmacéuticas, hospitales, etc. Luego llegaron las pandemias SARS y SMERS que se resolvieron rápidamente ¡gracias a la naturaleza! sobre todo. Las numerosas publicaciones sobre coronavirus dan testimonio de su amplio conocimiento anterior.
En el invierno del año 19-20 topamos con la pandemia de COVID-19. El tratamiento informativo, las variopintas repercusiones, etc., no son muy diferentes a lo descrito en otras pandemias. Hay muchos ejemplos de cuestiones conocidas y ocultadas, ignoradas o interpretadas por los políticos según su conveniencia.
– La importancia y potencial riesgo de este resfriado antes del fatídico 8 de marzo.- Las características físicas de los virus, aplicables a los mecanismos de transmisión: mascarillas, distancias de seguridad, recintos cerrados, etc.- La vulnerabilidad de determinados grupos a cualquier infección vírica respiratoria (ancianos, bronquíticos, etc.).- La saturación próxima al colapso del sistema sanitario que ocurre todos los inviernos por las infecciones respiratorias.- Los criterios de clasificación de los enfermos en escenarios de crisis, para garantizar la mejor asistencia posible.
En dos intensos años las cosas no han cambiado mucho. Lo citado, y mucho más, está protocolizado en informes oficiales, listos para aplicar, que deben llenar las estanterías del Ministerio de Sanidad. Pero la gestión política parece ser otra cosa y es más fácil responsabilizar a los demás de las consecuencias no deseadas. ¡Que se cuiden los médicos, no les caiga algún un marrón!
Dos temas son capitales para los ciudadanos en tiempos de tribulación. La gente demanda lo más práctico: “el medicamento que mate al virus”, pide el enfermo. Todos, o la mayoría, solicitan “una vacuna para acabar con la enfermedad”.
Antivirales.- Los tratamientos nuevos, o los rescatados de otras indicaciones, siempre emergen triunfalmente; más, cuanto más desesperante es la enfermedad. Luego el tiempo se encarga de ponerlos donde corresponde, dejando jirones en la credibilidad de los médicos. Hidroxicloroquina e ivermectina son buenos ejemplos. Nos las prometíamos felices con el arsenal procedente de otras indicaciones (remdesivir y monoclonales) y su eficiencia, a día de hoy, sigue siendo discutible. Seguiremos la suerte de los nuevos (nirmatrelvir y molnupiravir), que están desatando enormes expectativas. Están en juego intereses de todo tipo.
¿Por quélos fármacos lo tienen tan difícil?Tienen que seguir el principio de toxicidad selectiva, es decir, activos frente al virus respetando las células humanas. Deben penetrar y alcanzar concentraciones activas en el epitelio respiratorio superior, respetando los elementos y funciones normales de las células. Algunos teorizan sobre la esterilización para evitar la contagiosidad, impidiendo la unión de los virus a los receptores celulares. Ya nos contarán cómo.
El tratamiento eficiente debe ser precoz y, previa PCR, frente al virus SARS-CoV-2. También se tendrán presentes las resistencias y la política informativa y comercial.
Conclusión: Por las características señaladas, los antivirales tendrán un uso limitado en la práctica y no serán la panacea contra el COVID.
Vacunas “Lo que natura no da, Salamanca no presta”
Atendiendo al proverbio citado, como la naturaleza del organismo no responda adecuadamente, poco puede hacer la vacuna. La vacuna potencia la respuesta inmune “normal” con algún poder protector aunque sea bajo. Así mismo cierra el paso a la reacción exagerada responsable de la letalidad.
Lo que no hace la vacuna son milagros. No podemos esperar un “efecto rebaño” ni que los anticuerpos sistémicos neutralicen los virus del epitelio respiratorio cambiando la naturaleza reinfecciosa de la enfermedad. Conclusión: las vacunas, con leves y escasos efectos secundarios, no impiden la contagiosidad ni las reinfecciones. Solo evitan o reducen la mortalidad de COVID, que no es poco.
El anuncio de la primera vacuna desarrollada y comercializada para COVID fue impactante en todos los ámbitos. Rápidamente proliferaron a cientos y se comercializaron cuatro o cinco. ¡Vacunación, vacunación y vacunación! Insistían los políticos como panacea a todos los males. La vacunación masiva y el efecto rebaño, estimado en el 60-70 % de la población inmunizada, acabaría con la pandemia. Las reservas e insistencia de los profesionales sanitarios en no abandonar otras medidas, han resultado razonables.
Las últimas olas, especialmente la sexta, resultan inexplicables cuando se relacionan con las vacunas. ¿Cómo se valorarán las cifras de infecciones respiratorias y mortalidad, máximas anuales en diciembre, enero y febrero desde que tenemos registros?
La comprensión de la pandemia mejoraría si aceptáramos que estamos ante el choque de dos poblaciones muy dinámicas y su correspondiente coste biológico. La microbiana, cuya capacidad patógena solemos despreciar y la humana, con hábitos de riesgo y frecuentes directrices tocadas por la incompetencia. Para su abordaje necesitamos la administración de grandes dosis de sentido común, inyectadas en vena si es preciso.
Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde trabajó sobre: diagnóstico, nuevos antimicrobianos, modelos de cultivo continuo y arquitectura de poblaciones bacterianas. Su labor se plasmó en numerosas publicaciones científicas, libros y artículos de divulgación. En Esfera Salud, sus artículos de divulgación sobre historia y actualidad de la Medicina, están dirigidos al público interesado en temas de Salud.
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