two people being isolated

Comentarios sobre “Malditas Infecciones”

Tras el seguimiento de la redacción del libro “Malditas Infecciones” (F. Hervás Maldonado, Editorial círculo Rojo, 2.023), la crítica estaba preparada. Por eso, el encargo de prologar el libro, por amistad, consistió en el simple volcado de los comentarios. Este artículo es precisamente el prólogo de un libro delicioso para cualquier lector.

Acerca de los protagonistas

Hace muchos, muchos años, millones de años, se inició una apasionante relación de las bacterias con F. Hervás y otros “additamenta”, en las que se pueden incluir a todos los Homo sapiens que en el mundo han sido. Parecerá mentira, pero los que conocemos a Paco sabemos de sus antecedentes y de lo que es capaz.

-¡Eso es una mera fantasía!- exclamará cualquier persona sensata-. Podrán insistir razonablemente que a un jovencito no se le pueden achacar aventuras tan antiguas o que el actual Paco ya no está para según qué trotes.

-Se equivocan. Esta gente prueba que la sensatez no esta reñida con la ignorancia. Porque ¿qué es el tiempo biológico? Recordemos que la reproducción bacteriana se hace, cuando le peta, por división de cada elemento en dos células hijas que a su vez se dividen en otras dos y así sucesivamente ¡sin envejecer! Si los humanos somos fruto de la evolución biológica ¿por qué vamos a ser esencialmente diferentes? ¿Por la nimia diferencia de minutos-años en los tiempos de generación? Además, como se defiende en la actualidad, ¿por qué no se van a poder emparejar bacterias-os-es con humanos-as-es? Los más sesudos historiadores coinciden en un relato, avalado por los documentos científicos correspondientes, que nos ayudarán a demostrar la correcta afirmación del primer párrafo. Personalmente confieso mi contagio con  “Las malditas infecciones” y, ante el encargo de prologar el libro, me he permitido hacerlo con una historia general y privada de las mismas, relacionadas con este libro.

  Precedentes.Hubo un tiempo en que las bacterias se arrastraban por lodos y barros, nutriéndose malamente con restos metálicos y otros elementos indigestos. En éstas, debió surgir un grupo político de individuos bacterianos, listos como el hambre, con una propuesta revolucionaria, que sigue de rabiosa actualidad: “preparemos células para organizarlas en forma de rebaños, tejidos, órganos o como quieran llamarse y domestiquémoslas. Nos darán abrigo, abundantes nutrientes y nos sacarán del fango”.  Contaron con la complicidad del Creador, que tomando un poco de barro (vehículo bacteriano) lo modeló, sopló y le dio vida (Génesis). Así se logró el máximo bienestar para todos, microbiota y humanos, que vivieron divinamente en el Paraíso.

Una manzana cambió la historia. Un pecado de obediencia en forma de transgresión alimenticia indigestó a todos y propició la tragedia, perdiendo el estado de bienestar y la expulsión del Paraíso (Génesis 1: 27-28). Las bacterias, que siguieron viviendo del hombre, fueron condenadas a volver al fango, a vivir entre los restos fecales, sudor, etc. y a competir con otros congéneres externos, patógenos, que causaban “las malditas infecciones” humanas como uno de los castigos divinos. Y se esparcieron, humanos e infecciones, inevitablemente unidos por todo el planeta. En esta íntima relación, mantenida a lo largo de los tiempos, cabe destacar la influencia microbiana: los genes humanos, están parasitados por fragmentos de ADN bacterianos, virus latentes y otras zarandajas por el estilo, considerados por muchos “material basura”, que siguen impartiendo órdenes de control sobre su rebaño humano. 

 Esta es la regla, pero hay excepciones como la de Paco. Él hace lo que le da la gana sin atender a órdenes externas, como en todos los ámbitos de su vida. Yo creo que ha llegado a un acuerdo tácito con los microbios, una verdadera simbiosis, superando las ataduras microbianas en el orden material, cultiva las relacionadas con curiosidad, inteligencia, talento e inagotable actividad: crea frases, capítulos y libros a un ritmo comparable al que se multiplican los microbios. En compensación, le aporta los nutrientes necesarios generosamente, mantiene y cuida con mimo las mitocondrias, bacterias ancestrales (según teoría de Margulis), productoras de la energía metabólica. Él y su microbiota parecen estar en la gloria.

Sobre el libro “Malditas infecciones”

-¿Qué tiene que ver todo esto con el libro? preguntará el lector; yo mismo me lo cuestiono. Pero el caso es que, después de endilgarme 51 capítulos, 51, me di cuenta que los había leído de un tirón y lo único que hago en este prólogo es resumir su  contenido, expuesto en relatos muy entretenidos.

Empezaré destacando su jerga, que hace más ameno el texto y transporta a vivencias del pasado a muchos lectores. Es cierto que términos como plásmidos, polimerasa (PCR) o Coagulación Intravascular Diseminada (CID) pueden poner en guardia al lector, pero son escasos y los integra perfectamente en su contexto. Como compensación nos deleita con palabras de andar por casa, que retratan escenarios amortizados. El gañan de mula torda, la frasca y el chato de vino, los muebles de skay, la cama de herraje, mesa camilla, puchero, tinaja, trébedes, enjundia, candil, cogote, hato, marranos o cochiquera son algunos ejemplos, que a los más viejos del lugar nos trasladan con nostalgia a tiempos añorados de juventud.

Las especies bacterianas, sean las de las fauces del león, las de segunda mano, las serias y las no tan serias, las patógenas y las demás, tienen el mismo comportamiento que las del principio de los tiempos. Es la estabilidad de la especie; individuos inalterables con el paso del tiempo. El autor asume implícitamente este principio y la importancia de la genética en la estabilidad y en las relaciones con el hospedador.

Llama la atención el profundo conocimiento que muestra al analizar determinados ambientes, especialmente los rurales. No pueden ser solo fruto de su fantasía; seguro que es la consecuencia de la información y disposición genética trasladada a lo largo de muchas generaciones de los Hervás y de los Maldonado. Retrata con sensibilidad la sociedad de sus progenitores especialmente de la post-guerra en relatos histórico- costumbristas, siempre con notas de humor. La Mancha, Granada, las Alpujarras, Madrid y Roma son algunos escenarios donde intercambió experiencia, sabiduría y microbios, o sea, genética pura llevada a sus relatos. Estoy seguro que en las andanzas por estos parajes de la vida real no dejó elemento celular ni bacteriano sin nutrientes generosos.

Gracias a sus relatos, deducimos en el autor una carga genética que  expresa las habilidades de Paco en numerosas facetas, como la pluma ágil, la sensibilidad por lo social, las matemáticas y la música. Cómo no íbamos a disfrutar de sus alusiones a los algoritmos, índices, tablas, números y porcentajes. Siempre se han asociado las habilidades matemáticas con la disposición para la música. Son aspectos inseparables en la vida del autor de los que presume con autoridad frecuentemente al referirse a compositores, barítonos, conciertos, sinfonías y otras “coplas”.

Si el lector se deja llevar, rápidamente queda atrapado en el ambiente, el alma, la temática del relato y el diálogo de sus personajes; ya se refieran a los bares, las consultas médicas, las familias, los cuñados, o los militares, que el autor conoce bien.    Sorprende que los relatos costumbristas donde el autor se adentra, entiéndase literariamente, incluyen también círculos delictivos, de drogas, viajes de sexo turístico y prostitución, sin olvidar las referencias a tascas, guateques, etc.

En varios capítulos nos cuenta historias de animales con cierto despego y distancia. Por más que intente disimular no nos engaña; siempre late un amor evidente por sus mascotas, cosas de perros y gatos a los que asigna una inteligencia y habilidades extraordinarias. ¿No será que se comparten microbios benefactores y fragmentos de ADN especiales en su domicilio?

En la representación de los relatos, con la tramoya hace un retrato del país, insuflándole vida con mucha habilidad. Introduce el humo y la niebla en el escenario con la adecuada dosificación; incluye instrumentos como alusiones a olores, elemento evocador, feromonas, colores, coplas, dichos populares, adivinanzas y diálogos.

Los capítulos tienen el denominador común del desenlace infeccioso, las malditas infecciones. Al fin y al cabo cada relato es una original forma de poner al alcance de cualquier lector lo que en la práctica médica equivale a la inevitable, pero pesada y farragosa, historia clínica.

Entre las cientos de infecciones recogidas en registros internacionales, el autor nos deleita con medio centenar de estas peculiares historias clínicas. Sirvan algunos ejemplos: onicomicosis, estafilococia transmisible, septicemia, tuberculosis, disentería, fiebre tifoidea, “gota del soldado”, meningitis, botulismo, sífilis, fiebres por picadura de garrapatas, histoplasmosis, SIDA, conjuntivitis, mononucleosis, gripe o neumonía. Como las infecciones son muchas, cada una tiene peculiaridades en función del agente causal, serotipo, etc. y cada enfermo es un mundo, le propongo al autor que haga un cálculo de probabilidades, en lo que es experto, y siga escribiendo sobre las nuevas historias clínicas. Le pido formalmente que haga honor a la última frase del último relato. Sería una aproximación a la historia universal de la humanidad.

Resumen

En atención al historial militar del autor, me permití resumir este prólogo en términos bélicos. No en vano las relaciones patógenos- enfermos- ambiente se basan en pactos, enfrentamientos, resistencias, invasiones, éxitos y derrotas. ¡Es la guerra!

1ª batalla. Las bacterias, para su expansión, preparan la intendencia para cualquier contingencia, domesticando a todo bicho viviente que le pueda reportar abrigo y nutrientes. El hombre es una pieza ideal, viviendo una apacible relación.

2ª batalla. Se inicia una guerra a muerte rompiéndose la feliz relación en la batalla conocida  “de la manzana”. Al consumir este nutriente, expresamente prohibido, se produce la rebelión del hombre frente a sus microbios, provocando la ira de los domesticadores y el enfado del Titular de la morada. La primera pareja humana es expulsada del Paraíso y condenada a padecer las “malditas infecciones”.

3ª batalla. La de las armas de destrucción masiva. Con los antibióticos, vacunas y demás inventos, el hombre intenta hacerse con el control de las malditas infecciones. Los avances frente al enemigo han sido notables, también los efectos colaterales con numerosas víctimas civiles entre las poblaciones microbianas benefactoras.

4ª batalla. La última batalla es la que libra el autor en el último capítulo: “El gordo rebelde”. Defiende la estrategia del equilibrio con tres aplicaciones tácticas: a) aporte de nutrientes suficientes hasta el hartazgo de células y bacterias propias- entiéndase intestinales-, b) supresión de antibióticos selectores de resistencias y molestos para los enojados enemigos patógenos y c) administración “ad libitum” de orujo o cualquier otro genérico hasta lograr un estado de bienestar propio y confusión entre los patógenos enemigos hasta lograr su derrota.

¿Podríamos esperar una victoria definitiva? Lamentablemente todavía pesa como una losa la sentencia de L. Pasteur, gran sabio- porque no era médico-: “Señores, la última palabra la tendrán las bacterias”. Para mí, que además de sabio, debía ser gafe.

J. Prieto, amigo de Paco y catedrático de Microbiología de la UCM.

Sobre el autor

Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde trabajó sobre: diagnóstico, nuevos antimicrobianos, modelos de cultivo continuo y arquitectura de poblaciones bacterianas. Su labor se plasmó en numerosas publicaciones científicas, libros y artículos de divulgación. En Esfera Salud, sus artículos de divulgación sobre historia y actualidad de la Medicina, están dirigidos al público interesado en temas de Salud.


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