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Cuando un policía se topa con un delincuente, le bastará un instante para tener la “fotografía” mentalmente. Los colores del cabello, piel y ojos, pasan al “archivo cerebral” de su aspecto. Luego lo contrastará con el interrogatorio y archivos policiales conformando el historial del mismo. En Medicina se sigue el mismo proceso. El médico puede vislumbrar en segundos el problema de su paciente y aquí también el color es un componente esencial de la imagen. Después, interrogatorio y exploración diferenciarán lo fisiológico de lo patológico.
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El color en general. Se enseñaba en la escuela que el color determinaba la raza: blanca, negra, amarilla y cobriza. Actualmente es “políticamente incorrecto”, pero orientaba-o desorientaba- en algunas situaciones como anemias, melanomas o ictericias. Hoy se prefiere hablar de fototipos de piel (albina,caucásica,…hasta el negro). Se establecen por diferentes escalas (von Luschan, Pantone, Fitzpatrick), atendiendo al bronceado solar, como marca la poderosa industria cosmética.
En el organismo, los colores son la consecuencia de la expresión y dominio de determinadas sustancias.
La melanina, procedente del metabolismo del aminoácido tirosina, se metaboliza a eumelanina, de color negro y feomelanina de color rojizo. La bilirrubina y biliverdina, de color amarillo-naranja y verde respectivamente, resultan del metabolismo de la hemoglobina. Esta hemoglobina de los eritrocitos oxidada es de color rojo vivo cuando es oxidada o rojo oscuro la reducida. Da muchas tonalidades al circular por los finos capilares a diferente profundidad de piel y mucosas. Los lipocromos, elementos grasos de color amarillo. Otras sustancias a considerar son los pigmentos microbianos, pigmentos alimentarios (zanahorias, regaliz, azafrán, etc.) y algunos medicamentos.
El color de la piel. Varía según los fototipos referidos antes. Responde a la mezcla de los colores de la melanina con los de las hemoglobinas circulantes por los finos capilares cutáneos. La concentración de melanina es determinante para definir los colores más oscuros.
En situaciones de vergüenza (escasas), ira, insolación, fiebre, etc. la mayor vascularización facial expresa rubor, sonrojo o enrojecimiento más o menos duradero. En situaciones contrarias, como la hipotensión, domina la palidez pasajera que puede llegar hasta la lividez cadavérica permanente. La ictericia (color amarillo) por la bilirrubina y tonos rojizos o amarillo-verdosos por alimentos, tóxicos y fármacos pueden visualizarse en la piel.
Las manchas cutáneas son alteraciones coloreadas y localizadas. Las rojas corresponden a una reacción vascular localizada como angiomas, urticarias, o lesiones exantemáticas Es también el caso del rubor que acompaña a la inflamación o el enrojecimiento en zonas descubiertas por insolación. Las moradas por extravasación capilar son producto de procesos como las trombocitopenias o los golpes. Gráficamente: “le puso un ojo morado de un puñetazo”. Al reabsorberse, el “moratón” vira al amarillo antes de desaparecer.
Las de color negro se deben unas veces a concentración de melanina, pero ¡cuidado! no es igual un gracioso lunar que un nefasto melanoma. Otras veces las negras obedecen a una lesión con necrosis tisular, se producen en carbunco o picaduras de garrapatas por ejemplo. La gangrena gaseosa es un mosaico de colores cambiante en pocas horas. Hay zonas rosas, inflamadas, pálidas sin vascularización, que se vuelven verde-azuladas para terminar negras por la necrosis.
El color del cabello. Va del negro al pelirrojo, dependiendo del tipo y dominio de melanina (eumelanina o feomelanina). Es lo normal, pero algunos ejemplos pueden servir de alerta. Los pelirrojos y albinos, por escasez o ausencia de melanina, son más sensibles a la luz solar. El cabello gris con cejas oscuras se asocia en algunos con diabetes tipo II. En los desnutridos y cadáveres el cabello se torna rojizo por acumulación de feomelanina. El encanecimiento precoz se puede asociar a un tipo de anemia; diferente es el fenómeno, incurable, del cabello blanco por la edad.
El color de los ojos. Las melaninas y reflejos del iris dan la gama de negros marrones, avellana, ámbar, verde, azul,…que los hace especialmente atractivos. Y más, contrastando con la blanca esclerótica. Aparte del aspecto romántico, algunos metabolitos, vascularización, enfermedades y lesiones los sitúa en la diana de la observación médica.
Del enrojecimiento al púrpura, una variedad de colores de la esclerótica se pueden encontrar en numerosas enfermedades sistémicas. Lupus, artritis, sarcoidosis, tuberculosis, toxoplasmosis o sífilis son algunos ejemplos. El rosa o rojo pálido es habitual en la conjuntivitis y en el “ojo seco”. El azulado o gris indican un problema serio. Las frecuentes manchas rojas traducen un problema hemorrágico local.
La búsqueda más habitual es la del amarillo ictérico, que se visualiza mejor en la esclerótica y conjuntiva que en la piel. Es obligada su exploración en enfermos, especialmente los de piel negra, con afecciones hepáticas o anémicas.
El color de la boca. En la normalidad destaca el blanco nacarado dental sobre el rosado de la mucosa producido por la hemoglobina oxidada y reducida circulante.
El color de los dientes puede alterarse por el tabaquismo (marrón), fluoración, pigmentos alimentarios o tetraciclinas (amarillo) entre otras causas.
La anemia y trastornos circulatorios pueden causar la lividez o palidez de labios y mucosas y piel en general. En enfermedad suprarrenal y melanomas la mucosa bucal tiende a oscurecerse.
En la mucosa bucal pueden destacar las manchas rojas de algunas infecciones víricas o azules por amalgamas de plata en reparaciones dentales. Áreas blancas de la boca denotan sobre todo lesiones aftosas, micosis o cáncer.
«A ver, saque la lengua»- Y el médico podrá ver, además de la boca, una lengua enrojecida (glositis). Si es roja afresada en un niño, es que acaba de comer golosinas o tiene una estreptococia. Las placas blancas (leucoplasia) denotan problemas inmunes . La lengua negra resulta llamativa pero tiene buena solución. Y no es verdad que se ponga así por soltar palabrotas, como nos decían de pequeños. Las causas frecuentemente son: alimentos (regaliz), medicamentos (con bismuto) o infecciones fúngicas (por abuso de antibióticos).
La orina normal, amarilla clara, cambia de color en muchos procesos. Con la ingestión de carotenos o algunos medicamentos puede ser amarilla o anaranjada. Si es verde o azulada, hay que pensar en fármacos o infecciones (pioverdina o piocianina de Pseudomonas). La orina marrón claro, rosa o roja puede deberse a alimentos, fármacos, anemia hemolítica o lesiones sangrantes de vías urinarias. La turbia-lechosa, por albúmina y pus
En la historia del enfermo, por su interés, tienen que anotarse las características cromáticas de las emisiones normales y patológicas.
Las heces normales presentan una coloración marrón típica, de “mierda”. Su tonalidad depende del tipo de digestión de los alimentos ingeridos, de la concentración de bilis y de la rapidez del tránsito intestinal. En las diarreas, no da tiempo a descomponerse la bilis y el color es verdoso. Otros colores llamativos son el blanco, como la arcilla, por falta de bilis y el amarillo brillante que denota exceso de grasa sin digerir.
Sabemos que los calamares sueltan la tinta para confundir; pues también lo hacen el regaliz, arándanos, etc. cuando se observa el color de las heces. En enfermos, el negro y el rojo en heces indican sangrado de tracto digestivo alto e inferior respectivamente.
El esputo rosado-rojo traduce la presencia de sangre en procesos pulmonares como neumonía, cáncer o tuberculosis. El marrón-negro se debe a restos de sangre u hongos de lesiones bronquíticas o abscesos pulmonares. El verde-amarillento puede indicar presencia de bacterias pigmentadas.
El vómito tendrá el color del contenido alimenticio que se expulse. Será amarillo o verde si se expulsa bilis. Rojo si es hemorrágico reciente o negro si lleva sangre digerida.
¿Le resulta fácil y atractiva la aplicación de los colores en Medicina? Se equivoca. Pocos tienen la capacidad necesaria para analizar, describir y contrastar las numerosas tonalidades y cambios que se presentan en un mismo enfermo. Por otra parte, no son pocos los que tienen problemas con la identificación de colores. Pero esta parte correspondería a la patología del observador.
En otro sentido le sugiero se imagine frente a un enfermo y valore la situación de entrada. ¿Se ha retirado el maquillaje?, ¿el cabello es propio?, ¿es teñido?, ¿se quitó las gafas oscuras?, ¿usa lentillas de colores?, ¿esa mancha será un tatuaje? ¡Ahh! Y por favor, antes de pedirle que abra la boca y saque la lengua se tendrá que quitar la mascarilla.
A pesar de lo señalado, el mundo del color es apasionante en cualquier campo
Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde trabajó sobre: diagnóstico, nuevos antimicrobianos, modelos de cultivo continuo y arquitectura de poblaciones bacterianas. Su labor se plasmó en numerosas publicaciones científicas, libros y artículos de divulgación. En Esfera Salud, sus artículos de divulgación sobre historia y actualidad de la Medicina, están dirigidos al público interesado en temas de Salud.
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