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Luz, color y medicina.- “Y Dios dijo: hágase la luz, y la luz se hizo” (Génesis). Y cuando el hombre pobló la tierra, con su soberbia, se creyó en posesión del mejor de los dos mundos posibles (luz y tinieblas). Luego descubrió el color, logró utilizarlo y le entusiasmó.
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Las pinturas rupestres son las primeras muestras culturales. A lo largo de la historia se utilizaron pigmentos animales, vegetales y minerales con fines diversos (cochinilla, índigo, cártamo, glasto, azafrán, óxidos,…). Destacó la exclusiva y cara púrpura de Tiro o púrpura real, obtenida de moluscos desde 1.500 años a.C.
En numerosos pasajes de la Biblia (Génesis, Levítico, Cantares…) se hace referencia a la relación color-enfermedad. Ventajas del blanco para descubrir lesiones, asociación del rojo con sangre y pasiones, o el verde con vida vegetal e inmortalidad. El negro, el más citado, se relaciona con la tristeza, el dolor, el hambre, la enfermedad y la muerte. Y desde luego el púrpura- en menor grado el azul y el rojo- se citan como signos del más alto rango social.
Las llamativas especias y tintes (púrpura, cochinilla, índigo, azafrán, óxidos…), dieron vida a la ruta de la seda hasta mediados del XIX. No olvidar su papel como materia prima de alquimistas y pintores. Pero su precio e inestabilidad reducían su uso solo a los poderosos. Entonces se descubrieron los colorantes de síntesis y ¡cambiaron el mundo!, la Medicina también.
¿Qué pasó en 1.855? W. Perkin, trabajando con alquitrán, sintetizó una sustancia barata, estable, de color malva definido: Púrpura de anilina o “mouveina”, el primer colorante artificial. Los colorantes de síntesis adquirieron una importancia inusitada en campos como el textil, fertilizantes, explosivos, alimentos, perfumería o medicamentos.
¡Se empezó a fabricar “el color”!.En 50 años cambiaron muchos sistemas tradicionales de producción, comercio, bélicos, etc. Los conflictos de patentes, espionaje o dominio industrial, fueron factores que, a decir de algunos, movieron las guerras del siglo XX.
Desde entonces se han patentado miles de colores aplicados a logos de alimentos, marcas de empresas, decoración, etc. En la industria textil se desplazaron los tradicionales colores negro, gris y marrón. Cambió la moda, el mundo se vistió de colores y el púrpura se hizo proletario. En el arte, el expresionismo dio un vuelco a la pintura y en Medicina, el hallazgo de Perkin resultó revolucionario.
A finales del XIX, la empírica Medicina daba sus primeros balbuceos para convertirse en práctica científica con más teorías que hechos. Leeuvenhoek había observado corpúsculos transparentes (“animálculos”) con su rudimentario microscopio a finales del XVII; una mera curiosidad sin aplicaciones importantes.
Pero 170 años más tarde, con el descubrimiento de Perkin, se desató la euforia. Histólogos y bacteriólogos (Gerlach, Gram, Giemsa…) observaron que las trasparentes células se teñían, pudiendo ver formas, estructuras y tamaños. Por las tinciones diferenciales se podía aventurar el órgano de procedencia o el tipo de bacteria.
Rápidamente se desarrolló la técnica con dos componentes: cromógeno, que aporta el color, y auxocromo, de unión al cromógeno y al sustrato. De la riqueza y complejidad de este campo dan idea la variedad de cromógenos: nitrosos, azoicos, derivados de acridina, etc. Otro tanto se vio con los auxocromos: ácidos, básicos, neutros, mordientes, hidrofílicos,… Todos pusieron manos a la obra probando cualquier nuevo colorante que apareciera, y eran muchos. En menos de 50 años la Medicina dio un vuelco.
Por primera vez, Beneke en Marburgo tiñó preparaciones histológicas con malva (mouveina); siguieron enseguida las técnicas con fucsina y azul de anilina. En 1.869, Miescher logró teñir la “nucleina”-núcleo celular- con anilinas, por unirse al fósforo de “aquella sustancia peculiar”, identificada posteriormente con el ADN.
Los tintes, con sus múltiples colores y afinidades, permitieron visualizar núcleos, vesículas, inclusiones, etc. de una misma célula. Se diferenciaron células hemáticas, óseas, nerviosas, benignas, malignas,…; y con los microbios patógenos (bacterias, hongos, parásitos) ocurrió otro tanto
Los balbuceos científicos de la época pasaron a pujante ciencia médica. El establecimiento de la relación causa-efecto se convirtió en la premisa de los avances médicos. En el último cuarto del XIX se descubrieron los microorganismos causantes de muchas de las enfermedades más prevalentes (tuberculosis, cólera, tifus, disentería,…). Fue el principio de lo que vendría después en el campo diagnóstico y terapéutico; ¡con el protagonismo de los colorantes! Especialmente en el laboratorio.
En 1.875, Weigert aplicando el violeta de metilo sobre una preparación de tejido infectado observó que las bacterias se teñían selectivamente. Este experimento lo repitió Ehrlich en ranas vivas con azul de metileno. Demostró que, sin afectar al animal, el colorante se concentraba en el foco infeccioso donde teñía y mataba las bacterias. Se estableció el concepto de “bala mágica” o quimioterápico: fármaco administrado por vía general, activo selectivamente frente a las células patógenas, respetando las normales. ¡Así nació la Quimioterapia!, la mas potente herramienta terapéutica en patología infecciosa y oncológica del siglo XX
Con el siglo XXI, la química, publicidad, fotografía, cine en tecnicolor, docencia,… y sobre todo la informática, saturaron nuestra vida de colores. Si algo sorprende hoy día es una foto, gráfica, cartel o entorno monocromático.
Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde trabajó sobre: diagnóstico, nuevos antimicrobianos, modelos de cultivo continuo y arquitectura de poblaciones bacterianas. Su labor se plasmó en numerosas publicaciones científicas, libros y artículos de divulgación. En Esfera Salud, sus artículos de divulgación sobre historia y actualidad de la Medicina, están dirigidos al público interesado en temas de Salud.
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