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Temas
Las publicaciones científicas son inseparables del ámbito universitario y de la carrera profesional de intelectuales e investigadores. Su práctica, como requisito profesional, se ha extendido al campo sanitario y empresarial despertando el interés social.
Puede sorprender la relación con la docencia o la práctica médica, pero los méritos mensurables son esenciales para seleccionar a los mejores. Los artículos científicos, mejor que los libros, retratan la creatividad, iniciativas, dinamismo, actualización de conocimientos, trabajo en equipo, gestión de proyectos, prestigio profesional, etc.
Constituyen un valioso indicador de la idoneidad de un candidato, incluso cuando el perfil de la plaza no coincide con el de las publicaciones. Suele ocurrir en la trayectoria profesional universitaria, donde los objetivos docentes pueden quedar solapados por los méritos investigadores. La paradoja de investigar y publicar – cuanto más, mejor – en aspectos técnicos, como ¡mérito docente!, termina por crear inevitables distorsiones.
A finales del XIX se dio un enorme impulso a la ciencia, especialmente en Medicina, siendo el intercambio de información un elemento fundamental. La influencia de Ramón y Cajal fue intensa; no se cansaba de aconsejar la lectura de los rigurosos artículos de científicos alemanes. Él mismo se las ingenió para publicar en las más prestigiosas revistas extranjeras, tan importante en su Premio Nóbel. Animó a la evaluación de las publicaciones en la promoción curricular, pero con escaso éxito. Se suele citar el caso del profesor Del Río Lara, sucesor de Cajal, catedrático por concurso de traslado, con el mérito de doce publicaciones. Siguió el modelo de “Actinomicosis, a propósito de un caso”, “Actinomicosis, a propósito de dos casos”, y así sucesivamente hasta completar su historial investigador. La valoración “al peso” de las publicaciones era algo habitual.
Bastó incluir la evaluación de méritos científicos en las convocatorias de plazas para multiplicar las publicaciones sin acompañarse de patentes ni descubrimientos relevantes. Se extendió por las instituciones el lema de “Publicar o fracasar”. Inevitablemente se hicieron frecuentes los plagios, fraudes, falsificaciones y compraventas de tesis doctorales, trabajos o experimentos. A veces con descarada publicidad. Actualmente se estima que en más del 30 % de los artículos publicados hay autores fantasma, que no aparecen y han participado o al revés.
En la práctica, la valoración de la capacidad docente, asistencial o directiva de un líder puede resultar compleja. Por eso son atractivos los méritos científicos: son fáciles de cuantificar con el número de publicaciones, cualquiera que sea la trayectoria investigadora. Además, la calidad se puede medir con el número de citaciones, factor impacto de la revista, posición del firmante, patentes resultantes,…
El debate es doble. Por un lado tenemos la frecuente distancia entre las áreas investigadoras y las obligaciones profesionales y la tentación de abandonar unas por las otras. Por otro, la fiabilidad de las publicaciones ante los, cada vez más frecuentes, plagios, fraudes y comercialización de la ciencia.
En definitiva, las comisiones éticas, normativas de las revistas y declaraciones de agencias internacionales, no bastan para atajar el problema. La aplicación independiente y rigurosa de la valoración de los méritos científicos parece ser el único remedio.
Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde investigó sobre antimicrobianos y poblaciones bacterianas, colaborando en numerosos artículos y libros. En Esfera Salud, sus artículos sobre historia y actualidad de la Medicina están dirigidos a los lectores interesados en temas de Salud.
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