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El Gobierno de España declaró el 2.022 “Año de Investigación Ramón y Cajal” para homenajear su figura y descubrimientos. Se sigue celebrando este año en numerosas instituciones y está dedicado a la Histología y a la vida de nuestro Nóbel por antonomasia. Lamentablemente se escatima toda referencia a la que fue una actividad fundamental en su trayectoria: la Bacteriología. Revisando su labor en este campo, aunque no fuera ejemplar, se destacarían mejor los méritos investigadores en la temática histológica de D. Santiago.
Este artículo es un extracto de la única monografía existente sobre el tema. Nos referimos a “SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL, bacteriólogo” (Ars Medica, 2.006, ISBN: 84-9751-247-2) de J. A. García Rodríguez y colaboradores. Por cierto, sin permiso, con un burdo cambio del primer autor y un nuevo número identificador se puede adquirir en la Casa del Libro. ¿No es un fraude? Desconocemos la reacción de la Administración. Parecería que las relaciones del personaje Cajal con la Microbiología estuvieran gafadas.
A mediados del XIX, el descubrimiento de los colorantes sintéticos cambió el mundo textil, bélico, de fertilizantes, artístico,…y científico. La tinciones celulares dieron una nueva dimensión al titubeante mundo microscópico, acaparando una atención inusitada de numerosos curiosos. El inquieto y ambicioso Cajal no podía quedar indiferente. Aunque inicialmente se había decantado por la Anatomía, enseguida le deslumbraron los novedosos campos, especialmente la Microbiología y su impacto social. Lo prueban sus primeras publicaciones bacteriológicas, el pseudónimo “Dr. Bacteria” con el que firmaba algunos relatos y el afán protagonista en política sanitaria.
Cajal, que había padecido graves infecciones, se enfrascó en montar sencillas tinciones bacterianas, como en cualquier laboratorio docente. Sin embargo, trasladó su experiencia a 8 publicaciones, muy meritorias para la época, en revistas de difusión local. Pronto se dio cuenta que estaba a años luz de Pasteur, Koch, y otros bacteriólogos europeos, pero en España se condujo como un visionario. Inició una afectuosa correspondencia con Ferrán, que empezaba a sonar como notable bacteriólogo. Tenían en común: la edad, el interés microbiológico y la ambición científica. Poco duró la amistad; en la España de finales del XIX no cabían dos personajes así. Cajal le declaró la guerra intelectual, y la epidemia de cólera de 1885 fue el detonante. Las autoridades levantinas solicitaron ayuda a Madrid y el influyente Gimeno pidió la colaboración de Ferrán, su protegido. Cajal, entonces Catedrático de Anatomía en Valencia, debió soportar el ninguneo y protagonismo de su- desde entonces- declarado enemigo. Ferrán, con sus propuestas frente al cólera, recibió el reconocimiento general. Hasta Emilio Castelar defendió en el Congreso los resultados de la vacuna a la que muchos responsabilizaron del fin de la epidemia a primeros de septiembre.
¿Qué hizo Cajal mientras tanto? Preparó un detallado y extenso memorando ¡para la Diputación de Zaragoza!, una vez terminada la epidemia. Presentó como experiencia propia la de los sanitarios levantinos y destacó la ausencia de principios científicos de los más de 30.000 vacunados por Ferrán. Eso sí, él propuso una vacuna con bacterias muertas sin disponer de prueba alguna y transmitió la incredulidad general contra su adversario. El influyente Cortezo, Director General de Sanidad, asesorado por Cajal, declaraba en 1.891 “… no existe nada correcto en bacteriología… y dudo de los estudios en Vibrio colérico”. Fue el punto de inflexión para dedicarse a la investigación histológica, aunque no olvidaría la revancha en el campo bacteriológico.
Cajal ejerció sin pudor una enorme influencia en el campo sanitario. Acumuló los nombramientos de Catedrático de la Complutense, Senador vitalicio, Director del Alfonso XIII y Presidente de la Junta de Ampliación de Estudios. Además del flamante Premio Nóbel. En activo, jubilado o como honorífico, “mandó” hasta su muerte en 1.934, y no siempre de forma acertada.
En 1899 aparecieron las amenazas de cólera en países vecinos (Portugal e Italia) y Cajal impulsó la unificación de diversos laboratorios. ¿Finalidad?: Instituto Alfonso XIII de Sueroterapia, Vacunación y Bacteriología, cuya dirección recayó en…¡Ramón y Cajal, brillante Nóbel 1.906 por sus investigaciones histológicas!.
Con ocasión de la llegada de otra epidemia de cólera en 1.910-11 en Cataluña, Cajal se inmiscuyó donde no le correspondía. Desde el Instituto, al margen de la Sanidad oficial, comisionó a Tello, Murillo y Pittaluga su seguimiento, descartando a Ferrán. Además creó una comisión para prohibir la libre elaboración de sueros y vacunas. O sea, para cerrar el laboratorio privado de Ferrán. Un artículo de La Farmacia Moderna resumía la jugada de Cajal. “Carambola científico- económica con el Laboratorio de Ferrán, el Municipal de Madrid y el Alfonso XIII. Ya están los mercaderes dentro del templo y pronto comenzará el saldo de sueros y vacunas con que dar unción a los futuros coléricos”. ¡Un escándalo olvidado rápidamente!
Sus decisiones académicas tuvieron serias “repercusiones bacteriológicas”. En 1.889 el decano de Madrid, Letamendi, adscribió la Bacteriología a la Cátedra de Histología, perfil apropiado para Cajal, excluyendo a otros candidatos. Tomaría posesión en 1.892 con el mérito de haber enseñado Bacteriología (clases particulares) en Valencia y Barcelona. El compromiso de segregar la Bacteriología para crear la primera Cátedra en 1.900 lo demoró indefinidamentepara evitar a Ferrán. Sin embargo se creó en las Facultades de Farmacia- cuyo tribunal de oposición estuvo presidido por Cajal- Veterinaria y Agrónomos de Madrid. Lo mismo ocurrió en las Facultades de Medicina del resto de España.
En Madrid, la influencia de Cajal se extendió mucho más allá de su jubilación. Se erigió Presidente del tribunal de su plaza vacante, convocando ilegalmente un Concurso- Oposición. Pretendía evitar el acceso del catedrático Del Río Lara, paisano suyo, enemigo manifiesto y con algunas publicaciones en bacteriología. Del Río recurrió el concurso-oposición y exigió el derecho al Concurso de Traslado, que ganó. Poco duró la tranquilidad. Solo jubilarse, en tres años, Cajal maquinó de nuevo para el nombramiento en la plaza de Tello, su discípulo predilecto. Bloquearon la Microbiología en esta etapa, en la depuración de Tello (protegido de Negrín) tras la guerra y en su restitución universitaria en 1947. Está documentado que el influyente microbiólogo V. Matilla, adversario de Tello, fue nombrado Profesor para explicar microbiología. Sin embargo, debió adscribirse al curso de Doctorado de Medicina Tropical y no pudo incorporarse a la docencia de la Licenciatura médica hasta 1940. Es más, no se le reconoció el nombramiento de Catedrático de Microbiología hasta la jubilación en 1.949 de Tello. Así acabó la influencia bacteriológica de la Escuela Cajal.
Su liderazgo y vocación en Histología fue indiscutible, pero ésta tenía escasa proyección social y económica. Por su carácter, se encontraba más cómodo alimentando conflictos en el mundo de la Bacteriología. Las noticias periodísticas y los presupuestos sanitarios sobre infecciones, epidemias, saneamientos, quimioterapia, sueroterapia o vacunas, fundamentadas en los microbios patógenos, presidían la política nacional. La Presidencia de la Junta de Ampliación de Estudios le facultaba sobre concesiones de ayudas a sanitarios y políticos incondicionales. Pero donde ejerció un poder real fue en el Instituto Alfonso XIII. Contó con la complicidad y apoyo del Rey, el presidente Silvela, el ministro Dato, el Director General de Sanidad Cortezo, el senador Pulido, etc. Así le resultó fácil rodearse de fieles, como Mendoza (Bacteriología), Pittaluga (Parasitología), Ruiz Falcó (Epidemiología) o Murillo (Sueroterapia). Por algunas arbitrariedades económicas se le abrió más de un expediente y los mordaces comentarios en los periódicos acabaron con su paciencia. Renunció a la Dirección ejecutiva a favor de su discípulo Tello, pero siguió como Director honorífico manteniendo su influencia.
La ruta de la bacteriología quedó preparada para sus hijos, Jorge y Luís, y otros familiares. Tras la persecución a Ferrán, la rentable comercialización de sueros y vacunas desde el Alfonso XIII, en régimen de monopolio, se volvió incómoda. Por ello, el hijo mayor, Cajal Fañanás fundó con Tello el instituto privado THIRF (Tello, Hidalgo, Illera, Ruiz-Falcó y Fañanás). En 1.929 se fusionó al Instituto IBIS con Fañanás como subdirector.
Con el control académico evitó a varios aspirantes, incluido Ferrán, en una posible Cátedra de Bacteriología. Además, el manual de Anatomía Patológica y Bacteriología (10 ediciones desde 1.890, con Tello en las dos últimas) fue libro de texto obligado. Justificaba así la unión de la Histología con las dos materias y, durante 50 años, aportaba a la familia unos recursos económicos nada desdeñables.
RESUMEN. Cajal, con su fuerte carácter, protagonizó la historia española de una época junto a personajes como Unamuno, Echegaray, Ortega y Gasset o Marañón. En línea con los famosos de la época, estuvo en el foco de toda novedad y debate social. Ha pasado a la Historia por sus indiscutibles aportaciones científicas en Histología, en cuyo campo fue un portento. Sin embargo ejerció un desafortunado caciquismo en la Microbiología española de la época, que no ayudó a situarla en el lugar merecido.
Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde trabajó sobre: diagnóstico, nuevos antimicrobianos, modelos de cultivo continuo y arquitectura de poblaciones bacterianas. Su labor se plasmó en numerosas publicaciones científicas, libros y artículos de divulgación. En Esfera Salud, sus artículos de divulgación sobre historia y actualidad de la Medicina, están dirigidos al público interesado en temas de Salud.
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