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Temas
Cuando nos referimos al nueve pensamos en muchas cosas. Pensamos en la excelencia, pensamos en su divisor, el tres, y en una miscelánea de cosas. Además, pensamos en las Musas, que eran nueve. Nueve es el cuadrado de tres, pero además es un número defectivo, puesto que la suma de sus divisores (1 y 3) es cuatro, número inferior al que se estudia, en este caso el 9. Son números defectivos el 4, el 8 y el nueve, porque los números primos no cuentan. En realidad, el 1 no debe de ser considerado número primo porque no lo es, dado que no admite dos divisores, puesto que ambos son el mismo: la unidad. Sin embargo, para la cábala es mejor considerarlo como tal, porque si no, habría que introducir demasiadas excepciones en la regla, que no serían fáciles de justificar. Volviendo al nueve, podemos comprobar un par de propiedades interesantes, excepciones de otra más genérica.
9 NÚMEROS
La primera propiedad del nueve es que es la cábala del 666, el número del diablo y del 333, el número de Dios:
6+6+6=18→1+8=9;3+3+3=9
Además de ponerle una vela a Dios y otra al diablo, el nueve es un abusón en la cábala de los diez primeros números:
0123456789→0+1+2+3+4+5+6+7+8+9=45→4+5=9
La propiedad genérica es que cualquier número de más de una cifra que se componga solo de nueves, obtiene una cábala de nueve:
9 + 9 = 18 , 1 + 8 = 9 ;; 9 + 9 + 9 = 27 , 2 + 7 = 9 , etc.
Con otros números no sucede eso:
1+1=2;;2+2=4;;3+3=6;;4+4=8;;5+5=10,1+0=1;;
6+6=12,1+2=3;;7+7=14,1+4=5;;8+8=16,1+6=7
A los chinos les encanta el nueve, pero los japoneses lo detestan. Los judíos dicen que simboliza la verdad. Pero lo único cierto es que es un número cabezón y metepatas, que te crea un sinfín de conflictos en el cálculo con esa patita tan fina y su exuberancia de “tó pa mí”. Los mayas lo representaban con cuatro puntos sobre una raya y el eneágono (polígono de nueve lados) es feísimo, ciertamente.
Ahora bien, las que no eran nada feas eran las nueve musas, hijas del sicalíptico Zeus y de Mnemosina (la diosa de la memoria), y vivían ellas nueve en el monte Helicón, en el Parnaso, según nos cuenta el bueno de Hesíodo en su Teogonía.Se les llamó Clío (musa protectora de la historia), Euterpe (música y poesía lírica), Talía (comedia), Melpómene (tragedia), Terpsícore (danza), Erato (lírica y poesía amorosa), Polimnia (poesía sacra y geometría), Urania (astronomía y astrología) y Calíope (elocuencia y poesía épica). Fue, por tanto, Hesíodo quien asignó su nombre y número, nueve. Sin embargo, hasta el siglo IV a.C., en plena época helenística, no se les asigna un dominio concreto y función, así como sus emblemas característicos, para poderlas reconocer en esculturas, bajorrelieves y demás grafías. Cada nombre, para Hesíodo, tenía su significado:
Cada cual posee su rango de dignidad. Por tanto, la primera de todas es Calíope, la elocuente. ¿Acaso la más política? ¿Tal vez la más sabia? Desde luego, la que mejor se explica y protege a los que han de usar la palabra como instrumento de trabajo. Es la que asiste a los reyes, la que enseñó canto a Aquiles y la narradora de gestas épicas. Viene a ser la más bella y elegante en sus representaciones. Suele llevar una tablilla con un estilete. A veces, con un pergamino. Clío, la historiadora, lleva un rollo de escritura en las manos. Otras veces lleva un cofre de libros. Euterpe suele llevar una flauta o una ocarina, con que nos deleita el sentido del oído. Melpómene cubre su cara con la máscara trágica y lleva una maza en su brazo. Su cabeza se rodea de hojas de parra y calza unos coturnos. Polimnia es representada en una pantomima, en actitud de meditación, apoyando los codos en un pedestal o roca y con un dedo en la boca. Pero, en cualquier caso, su gesto es grave. Talía es una joven risueña, coronada de hiedra, con la máscara de la comedia y un cayado de pastor, como atributos. Terpsícore es representada con una lira, acompañando con su música a losdanzantes. Erato es la del amor, con otra lira o una viola (un instrumento de cuerda) y un amorcillo a sus pies. A veces está bailando. Urania tiene un compás y un globo terráqueo.
Las musas alegraban las comidas de los dioses y solemnizaban funerales, como el de Patroclo. Dada su relación con la música, poseían un buen “feeling” con Apolo, apodado Musageta por tal motivo. Ejercían la profecía comoconsecuencia de su trato con Apolo (Pitias, por el oráculo de Delfos) e incluso instruyeron al bueno de Aristeo en las artes proféticas. Aparte de su master de profecía, tenían varios discípulos o hijos, cosa que no cuadra mucho con su presunta virginidad, pero los dioses griegos eran muy peculiares. De todos ellos, el más conocido es Orfeo, quien puede considerarse hijo de Calíope, aunque para otros lo es de Clío.
Diversos mitos se les atribuyen, pese a carecer de leyenda propia. Por ejemplo, el desafío que Marsias, un pastor frigio que encontró un aulos de Atenea (tirado por ella porque le hinchaba demasiado los carrillos), desafió al dios Apolo, con su lira. Marsias tocó la flauta (el aulos) y Apolo la lira, pero ni el juez Midas ni las Musas supieron determinar cuál era el ganador. Entonces Apolo desafió a tocarel instrumento del revés a Marsias. La lira sí se puede, pero la flauta no, de manera que las Musas proclamaron vencedor a Apolo, aunque Midas no estuvo de acuerdo. Marsias agarró un rebote y Apolo, bastante impertinente, lo ató a un poste y lo desolló vivo, dando su sangre origen al río Marsias, aunque otras versiones dicen que fueron los llantos de faunos, sátiros y dríades quienes formaron el río. No contento con ello, Apolo tocó la cabeza de Midas y le crecieron las orejas como las de un burro.
Otro mito es el de las Piérides, hijas del rey Píero de Pieria (Tracia), talentosas canoras que desafiaron a las Musas. Las ninfas del Parnaso, jueces de la contienda, fallaron a favor de las Musas, quienes transformaron a las Piérides en urracas, para que sus voces fueran graznidos.
Cuando Dionisos mató a Orfeo, las Musas recogieron su cadáver y lo enterraron al pie del monte Olimpo, donde desde entonces entonan sus trinos los ruiseñores de manera más dulce y bella que en cualquier otro lugar. Por otra parte, Tamiris, hijo de Filamón y la ninfa Argiope, desafió a las Musas, pues se consideraba un gran cantor, con el propósito de yacer con las nueve si vencía (un optimista), pero fue derrotado y cegado por las musas. Las Sirenas, que también desafiaron a las Musas, perdieron las plumas de sus alas, que desde entonces las Musas usaron como adorno.
Las Musas tuvieron gran predicamento en la antigüedad. El historiador Herodoto, gran recitador público, llamó a cada uno de los nueve libros de sus Historias con el nombre de una de las Musas. Solón opinaba que las Musas eran la clave de la buena vida, dado que traían tanto la prosperidad como la amistad.
Muchos autores han citado a las musas en sus obras. Homero, en la primera parte de La Odisea, invoca a la Musa de la historia, a Clío. Virgilio, en La Eneida igualmente invoca a su Musa. Pero es que Dante, en el infierno de su Divina Comedia, llama también a las Musas, como John Milton en El Paraíso Perdido o William Shakespeare en el prólogo de Enrique V o Miguel de Cervantes en El Quijote.
Antiguamente se practicó cierto culto a las Musas. Hay referencias en Hesíodo, pero incluso las hay pitagóricas (en Crotón, donde Pitágoras construyó un altar a las Musas en el centro de la ciudad, por indicación de sus habitantes) e incluso la Biblioteca de Alejandría se creó alrededor de un mousaion (museo o altar de las Musas) próximo a la tumba de Alejandro Magno. Pero es que, en el siglo XVIII, diversas figuras de la Ilustración trataron de revivir el culto a las musas. Ahí estaba la logia de las nueve hermanas (las Musas) en el París masónico de antaño, donde asistieron Voltaire, Benjamín Franklin, Danton y otros personajes de aquella época. La consecuencia de aquello fue el establecimiento de la palabra museo como definición de lugar dedicado a la exhibición pública de los conocimientos y bellezas perdurables.
Platón llamó a la poetisa Safo de Lesbos la “décima musa”. En la obra “De doctrina christiana”, de San Agustín, aparecen las nueve Musas en unarefutación de Varro. La representación de Terpsícore a cargo de Olivia Newton-John en “Xanadú” (con Gene Kelly y Michael Beck, bajo la dirección de Robert Greenwald) es notable, aunque tampoco lo hizo mal Rita Hayworth en “La diosa de la danza” (1947).
En definitiva, hoy en día consideramos a las Musas como inspiradoras de las artes y cada cual tiene su musa particular.
La pregunta es: ¿por qué el número nueve es el inspirador clásico de las artes? Bueno, tampoco es así exactamente, porque ni la escultura, ni la pintura ni la arquitectura (y menos el cine) poseen sus musas. Las musas clásicas son en realidad inspiradoras y protectoras de la comunicación corporal del arte. Hay palabras, música, bailes… No hay cinceles, martillos o pinceles. Y este sí que es un matiz muy importante –en mi opinión– que califica nuestra relación con las musas. Necesitamos que “alguien” nos de un empujoncito, ayudándonos a vencer la timidez y el respeto humano. Aquí el nueve, el número más potente, extiende su manto protector y nos ayuda a ser nosotros mismos y, sobre todo, a saber explicárselo bien a los demás.
El nueve es el 1001 del binario, un número bonito y capicúa. Además, en muchos números de varias cifras con un nueve entre ellas, el nueve resulta ser determinante para que la cábala se ajuste a la primera cifra del número:
19, 1 + 9 = 10 , 1 + 0 = 1 ;; y así con el 29, 39, 49, 59, 69, 79, 89 y 99
Si el número tiene tres cifras y dos nueves, ídem de lo propio. Calcúlenlo, si no se lo creen.
En fin, otra curiosidad es trazar las diagonales de un polígono regular de nueve lados. Volvemos al tema de los triángulos y a unas figuras preciosas.
Pero cuando yo pienso en el nueve, pienso en las Musas. Se ve que al ir avanzando la edad florecen las manías. O a lo mejor es que lo más valioso que el ser humano posee es su capacidad de comunicar la belleza.
¡Vaya usted a saber!
Rozas de Puerto Real (Madrid), primavera de 2007.
Francisco Hervás Maldonado es Coronel Médico en situación de Reserva, Dr. en Medicina y Director del Grupo de Estudios clínicos en Lógica Borrosa. Fue Jefe de Servicio en el Hospital Central de la Defensa y Profesor de Ciencias de la Salud (Universidad Complutense de Madrid). Ha escrito varios libros y numerosos artículos relacionados con Gestión y Matemáticas de la Salud. Entre sus aficiones destaca la música y la literatura.
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