malaria

Leyendas. Tratamiento de la malaria, una historia interminable

Remedios históricos

La fiebre, síntoma morboso, ha acompañado a la humanidad con sus enfermedades, y la malaria es el ejemplo más clásico de la historia. El empirismo, gravedad y epidemias con sus contradicciones, ignorancias y miedos explican la inclusión del tratamiento de la malaria en la categoría de leyendas.

Tratamiento de la malaria | Esfera Salud
Tratamiento de la malaria | Esfera Salud

El tratamiento de fiebres y calenturas, antes del siglo XVI, era el mismo para malaria (paludismo) y otros tipos de procesos. Está documentada la distribución masiva de ajo para mitigar las fiebres epidémicas de los trabajadores de las pirámides en el Antiguo Egipto. Los faraones y Cleopatra preferían prevenir las fiebres ¡con mosquiteros! Hipócrates recomendaba la sangría contra la plétora o las calenturas. Ante la duda, propuso el Aforismo:” si la dolencia se presenta al mismo tiempo en dos lugares diferentes, la fuerte oculta a la débil”. O sea, el enfermo no se iba sin la sangría.

Relacionado

Desde Galeno se usó la triaca con más de 60 compuestos; fue la panacea, con casi 2000 años de vigencia. En los últimos mil años se añadieron remedios complementarios: vomitivos, plantas (tomillo, romero, equinácea, saúco, verbena, espirulina, sándalo, ruibarbo, tamarindo, etc.) y brujerías varias. Villalobos, de entre las citadas prefería ruibarbo y tamarindo, aunque destacaba tres actuaciones. 1) Para curar, la primera (actuación) es curar la causa primera. 2) Si la causa es tristeza, darle alegría y que coma aquel día. 3) Con óleos fríos hacerle la untura a la calentura.

Cervantes (El Quijote), señalaba para las fiebres la conveniencia de administrar reconstituyentes a los enfermos convalecientes. Sugiere el Bálsamo de Fierabrás (con romero) o el vino; mejor el primero, porque el vino “ni guarda secreto ni cumple palabra”. Pronto los nuevos remedios se pondrían de moda sin anular los antiguos.

Leyendas de la Quina

Desde el siglo XVII, la quina se relacionó con enfermedades graves, curaciones milagrosas, secretos médicos, estraperlos y otros manejos comerciales, etc. O sea, leyendas por doquier. Destaca el protagonismo de los jesuitas Salumbrino, Messía, J. de Lugo, B. de Cobo o Torres, en diferentes épocas y ciudades. Vamos, que tenían la exclusiva, influyendo en el Vaticano y, a través del cardenal Mazarino, sobre Luis XIV de Francia entre otros.

Algunas historias se gestaron en América, origen de la quina. “La condesa”, 2ª esposa del IV conde de Chinchón, virrey del Perú, enfermó de fiebres graves y su tratamiento originó varias leyendas. Para unos, fue el jesuita D. Torres el que prescribió el remedio. Otros asignan el mérito al Doctor de la Vega que trató a la condesa, tras experimentar con éxito, sobre enfermos del hospital de Lima. La más rocambolesca refiere el papel de una fiel criada indígena, suministradora en secreto del polvo milagroso, que fue acusada de intentar envenenarla. La milagrosa salvación de la virreina salvó a la criada. ¿Cuál es la historia verdadera?

A pesar de la fama ganada, el debate sobre sobre “tomar quina o no tomarla” se hizo popular. Además del citado J. de la Vega, Sydenham y muchos médicos de la época tomaron partido a favor. Seguramente el más influyente fue el boticario charlatán y farsante inglés Robert Talbor. Con su “elixir secreto de larga vida” se movió cual pez en el agua en las cortes inglesa, francesa y española. En plan exhibicionista dio lugar a numerosas anécdotas, desvelándose al final de su vida el secreto del elixir: la quina.

Contra su uso se posicionaron muchos médicos. Los de la universidad salmantina la rechazaban por su origen, toxicidad y ¿por influencia de los dominicos, en desacuerdo con los jesuitas? Cromwell murió de fiebres tercianas tras negarse a tomar la quina, como ocurrió con Diego Velázquez y tantos otros famosos.

Historias de macroeconomía

En 1712, F. Torti definió la quina como “tratamiento específico de las fiebres intermitentes”. Así se aceptó entre los médicos europeos desde este momento. La quina, que llegaba por arrobas al puerto de Sevilla en el XVIII, era un valor preciado y seguro. La Corona la comercializaba en régimen de monopolio, mientras ingleses y holandeses, con la piratería, mantenían otra vía comercial con Europa.

“Tragando quina”. En el verano de 1785, cuando España contaba con poco más de 10,5 millones de habitantes, una epidemia de malaria sacudió el mundo rural. Un millón de enfermos, 30-50 mil niños y jóvenes fallecidos y las cosechas sin recoger. Una ruina que se alargaría varios años, quedando las Boticas desabastecidas de quina, con la mayor hambruna de la época. El malestar con la Corona era general. No se entendió que, en tales circunstancias, Carlos IV dedicara fondos públicos para la “Expedición Balmis” ¡contra la viruela!

Los “cascarilleros de los Andes”, bien pagados, devastaron los quinos y nadie reforestó. Mientras, holandeses e ingleses, durante el XIX poblaron Java, India, Sri Lanka, etc. con millones de árboles. Pelletier y Caventou obtuvieron la quinina (1820), de la quina, produciéndola masivamente desde los bosques de quinos. La influencia española desapareció, aunque algunos aficionados pretendieron aclimatar los quinos. Solo tres ejemplares estaban registrados en 1900 (Tenerife, Madrid y Aranjuez), ninguno en 1931. ¡Sin comentarios!

El mercado de la quinina. Los norteamericanos tenían un curioso control indirecto de la producción. Estimaban que en el mundo había unos 17 millones de enfermos que necesitaban y se aprovisionaban sin problemas con 1,3 millones de kilos /año. Inopinadamente Holanda, la mayor productora, disparó en 1928 los precios por la escasez, argumento desmontado por los americanos que demostraron el engaño.

Los holandeses habían ocultado al mercado la mitad de la producción, mantenían almacenada 500 toneladas. Se produjeron tensiones comerciales, embargos, denuncias y un conflicto internacional. Tuvo que intervenir la Sociedad de Naciones con la curiosa participación del español Pittaluga, habitual de todos los “saraos”. ¿Llegaría el justo castigo a estraperlistas y especuladores de quinina con el descubrimiento en 1934 de la cloroquina?

El castigo debió retrasarse porque la firma descubridora Bayer no pudo desarrollar la molécula al anularse sus derechos con la 2ª Guerra Mundial. La producción, desde 1945 y el registro de su derivado, la hidroxicloroquina en 1955, quedó en manos de los norteamericanos. Los procesos judiciales, con su anecdotario, duraron muchos años.

Historias paralelas

Malarioterapia. Una rocambolesca indicación, poco conocida, fue infectar de paludismo a enfermos de neuro sífilis. Los accesos febriles parecían acabar con la incurable enfermedad; la posterior administración de quinina resolvería también el paludismo. Lo mismo preconizaron para la sífilis crónica los negacionistas del salvarsán. El paludismo provocado a los enfermos, reagudizaba la sífilis en los enfermos, que recibían entonces quinina. …Los que no morían, se curaban, ¡gran descubrimiento! Luego debieron admitir que no venía mal asociarle un antisifilítico.

Estas técnicas no debieron ser tan absurdas en su época. W. Jauregg recibió el Premio Nobel de Medicina,1927, por descubrir el valor de la malaria como terapia de la demencia paralítica. Sirvió de base para tratar con pirógenos procesos graves y se discute si algunas curaciones espontaneas de cáncer han sido debidas a infecciones febriles. No hace tantos años, se ensayó el mismo tratamiento frente al SIDA por varios equipos internacionales.

En China, año 160 a.C., se recomendaba artemisia para hemorroides femeninas … y otras 52 indicaciones más, incluidas las “fiebres intermitentes”. Durante 2000 años el gran país no usó remedios de occidente, cambiando tras llenarse Asia de quinos. En los 70 priorizaron la investigación en paludismo, pero centraron su atención, como es natural, en la planta artemisia. TU Youyou extrajo la artemisina y ensayó cientos de muestras, mostrando notables ventajas sobre los antipalúdicos occidentales clásicos.

La cloroquina fue tratamiento de referencia hasta que aparecieron resistencias preocupantes en los 90. La OMS propuso diferentes estrategias terapéuticas con otros antipalúdicos como mefloquina, primaquina, atovacuona, doxiciclina o, especialmente, artemisina, confluyendo así con la medicina oriental. Fue uno de los motivos para otorgar el Premio Nobel de Medicina del 2015 a la citada farmacóloga china. Otras indicaciones de estos derivados han sido la artritis reumatoide, lupus, porfiria o ¡COVID en 2020! con historias de permisos, acaparamiento, etc.

A mediados del XIX se produjo una revolución científica trascendente y apenas conocida. Perkin, del equipo de Hoffman, recibió el encargo de sintetizar la quinina, pero fracasó. ¡Afortunadamente! En su lugar produjo el primer colorante sintético, la malva o anilina morada (1850), cambiando el mundo textil, de explosivos, cultural, médico, etc.

En cada siglo ha destacado alguno de los múltiples elixires. Al elixir de Talbor del XVII le sigue en el XVIII la “gota insípida para la fiebre” de Fowler . Desde el XIX contamos con la “Tintura de Warburg”, “el gin tonic” y los vinos quinados.

Desde finales del XIX, durante unos 100 años, televisión por medio, se retomó la sugerencia del Quijote sobre los reconstituyentes con quina. Los niños españoles, enfermizos o no, merendaban frecuentemente con su vino medicinal quinado de hasta ¡15 grados! Muchos recordarán Vino Sansón, Quina santa Catalina, etc., con anuncios como “No es medicina, es golosina”, “Dan unas ganas de comerrr …” o similares. Hoy son restringidos para adultos.

Control integral. Para el control no bastan los medicamentos antipalúdicos.  Alimentación, reposo, evitar áreas pantanosas, mosquiteros e insecticidas han sido complementos obligados, incluso antes de conocer la epidemiología de la enfermedad. Los insecticidas desarrollados y aplicados a partir del siglo pasado han salvado muchas vidas, pero con un durísimo debate medioambiental. Ahora estamos en las vacunas y ya tendríamos leyendas que contar como los proyectos de Patarroyo, el “altruismo” industrial o los discutibles resultados.

En conclusiónel tratamiento del paludismo, en su mayor parte, reúne la categoría de leyenda, alimentada por infinitas anécdotas. Podrían ser referencias del guion sobre una leyenda histórica de la humanidad.

Referencias

Búsquedas Relevantes

Sobre el autor

Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde trabajó sobre: diagnóstico, nuevos antimicrobianos, modelos de cultivo continuo y arquitectura de poblaciones bacterianas. Su labor se plasmó en numerosas publicaciones científicas, libros y artículos de divulgación. En Esfera Salud, sus artículos de divulgación sobre historia y actualidad de la Medicina, están dirigidos al público interesado en temas de Salud.


Descubre más desde Esfera Salud

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *