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La práctica de la Medicina siempre fue considerada un arte. La ciencia y la tecnología han enfriado un poco a los nostálgicos, pero las interacciones Medicina-Arte siguen presentes y adquieren nuevas modalidades. El color en expresiones artísticas como la música o la arquitectura, no tiene relevancia. Pero en la literatura, pintura y cinematografía, el color aproxima arte y medicina.
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Los 7 colores del arco iris nunca fueron suficientes para describir las maravillas de la naturaleza. La creatividad humana fue inventando nombres para cada uno de los tonos que observaba o fabricaba con los pigmentos a su alcance. Desde tiempo inmemorial se encuentran anotados en los escritos de las más antiguas culturas. Por extensión, los colores de los propios humanos y sus enfermedades también.
La mayoría de los clásicos abordan el color en la enfermedad, ya sea como descripción o como figura literaria. F. L. Villalobos (1.498) en su Sumario de la Medicina hace descripciones como las siguientes.
“…/ el altarfati es vna manchuela / nel ojo nacida vermeja o negrita / después de purgado y sangrado tu pela/…” En la recién conocida sífilis describía el color de las costras. “…son bermejas postillas / y destas ay blancas y con bermejor / cetrinas y de cenicienta color / plomeñas y verdes y negras, pardillas / iten aquellas passiones que son /…”
La descripción era la única forma científica de enseñar una lesión para su diagnóstico. Y se hacía muy bien. Tanto es así, que el Diccionario Médico Dorland registra más de 50 entradas con el término “mancha”. Por ejemplo Koplik (1.896) describió las manchas que llevan su nombre.
“En el sarampión, antes de la aparición del exantema, apuntan en la cara interna del carrillo a nivel del 2º molar unas manchas típicas. Son rodetes irregulares de color rojo sobre el que destacan manchas blancas, como granitos en un lecho azulado” Ejemplo de belleza y precisión.
En la literatura hay numerosas referencias en todas las épocas. Muy conocida fue la sátira de Góngora (1591 “Buena orina y buen color y tres higas al doctor”.
Shakespeare , que era pelirrojo, puso de moda al niño pelirrojo (por desnutrición), como hambriento y pícaro. Estos niños se verían luego con frecuencia en pinturas, películas y publicidad. En “La dama de las camelias”, A. Dumas describió como nadie la palidez tuberculosa de cara y manos de Margarita Gautier. La piel de la cara rosa y blanca, delicada y triste se impuso como modelo de elegancia femenina.Un ejemplo más reciente lo leemos en “El viejo y el mar” de Hemingway.
“…las pardas manchas del benigno cáncer de la piel que el sol produce con sus reflejos en el mar tropical estaban en sus mejillas. Estas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante abajo…Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y éstos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos”.
Hasta la Edad Media el color en la enfermedad era un signo más en la descripción morbosa de la viruela, la lepra, el hambre…. No había lugar al lucimiento creativo de la “ignorancia” médica, salvo alguna excepción.
El Renacimiento cambia el signo, simbolizado en el “Hombre de Vitrubio” de Leonardo da Vinci (1.490). Se abre la veda para abordar artísticamente la Anatomía – y la Patología – humana.
Uno de los primeros artistas en sumarse a este movimiento fue Rafael. En el área mediterránea ocurrían algunos prodigios en determinadas iglesias sobre imágenes religiosas policromadas con materia orgánica. En primavera-verano de cada año se repetía la emisión de sangre por heridas, recovecos o lágrimas en alguna imagen. El rojo vivo, y “viviente”, de la sangre fue causa de admiración y fe para muchos.
El mayor de los prodigios fue el de las hostias sangrantes durante la consagración en una misa (Bolsena, 1.263). La celebración de la fiesta del Corpus prueba la importancia de este milagro para la Cristiandad. Se describe y pinta por doquier, pero queda para la posteridad la representación del milagro de Bolsena , obra maestra de Rafael (Vaticano, 1.512). Destaca el color de cara, barba y cabello del viejo, cansado y enfermo Papa, Julio II. Contrasta con el de los jóvenes suizos de la guardia papal: cara sonrosada y cabellos rubios o morenos. Y, sobre todo, el color de la sangre sobre el fondo blanco de la hostia.
Siguiendo esta historia se descubrió el papel del patógeno Bacilus prodigiosus, actual Serratia marcescens. Se multiplica bien en presencia de materia orgánica, polenta, harina,….En el ambiente de una iglesia o similar, con humedad y temperatura adecuada, produce un pigmento rojo maravilloso, la prodigiosina. No se cuál es más impresionante, el milagro religioso, el pictórico o el de la naturaleza.
Desde el Renacimiento, el protagonismo humano es una constante de la pintura donde asoma la enfermedad en cualquier entorno (pestes, batallas,…). Y si el cuadro se refiere a la Medicina, con mayor motivo. Existe mucha documentación en este campo. Para este propósito recomiendo el libro ”El arte y la práctica de la Medicina” (J. de Portugal, F. González, J. González y cols., Ars Médica, Barcelona, 2.006). Explica y recoge numerosos ejemplos de los que cito algunos.
Es el caso del color en el entorno médico de “La Escuela de Atenas” (Rafael), “Los cuatro doctores” (J. Singer), o “La Medicina social” (D. Rivera). En otros casos se muestra el contraste médico-enfermo, como en “El doctor” (L. Fildes) o “Laennec auscultando a un paciente” (E. Board).
Los niños han sido objeto de algunos pintores, como R. Rorrás con el cuadro “Vacunación de niños”. Murillo pintaba niños desnutridos y cara de pícaros; ver “Anciana espulgando a niño”. Con los viejos ocurre algo similar, como el impresionante “Viejo del cigarrillo” (J. Sorolla).
Sobre la coloración de lesiones hay ejemplos llamativos. “La infanta María Josefa” de Goya luce un «postizo» negro, habitual tapadera de lesiones variólicas en ceja derecha y un gracioso nevus azul en pómulo izquierdo. En “Goya y el doctor Arrieta” el propio Goya pinta su cara de sufrimiento y el rojo angioma en órbita ocular derecha de Arrieta. El impresionante “Heráclito” de Rubens retrata el rostro afligido del viejo con la barba negra azulada y blanca. Pero destaca la lágrima sobre la mejilla izquierda, que cae de los enrojecidos párpados con blefaritis.
Hay cientos de películas que abordan de una u otra forma la enfermedad. Prácticamente todas las dramáticas. El poder de la enfermedad en el cine no tiene parangón, especialmente si genera un gran sufrimiento, como son los procesos mentales, el cáncer, un infarto mortal o una epidemia.
Se cuida el color de casi todo, especialmente de la sangre, que “vende” muy bien. Pero si se buscan detalles sobre el color de una necrosis o una cirrosis por ejemplo, es mejor desistir. Y no digamos de un esputo herrumbroso o unas heces en jalea de grosella. Son detalles que pueden arruinar una buena película. El guionista utiliza la “tisis” del tuberculoso, el coma del diabético o el shock cardíaco, por ejemplo, porque son imágenes de gravedad e inmediato desenlace. Y la enfermedad es la escusa para emocionar al público con la tragedia familiar o la social. Para ello ha de meter al espectador en el entorno del enfermo.
Aquí, sí; en este entorno el cine hace la maravilla de trasladar al espectador el drama de la enfermedad ayudándose de los colores. Son los alarmantes rojos de las ambulancias, los verdes de urgencias y quirófanos o las batas blancas de paz en las consultas. Luego se imponen colores suaves tranquilizantes en pintura y adornos de pasillos, salas de espera o descanso. En pocos minutos el drama está servido.
Lógicamente, el cine, documental y fotografía científica constituyen otro mundo. En este campo se puede confirmar que “una imagen vale más que mil palabras”. La engorrosa descripción de los colores desaparece con el imperativo “Véase…” de cada imagen. Además la tecnología actual – bancos de imágenes, consultas “on line”, teleasistencia, …- permite universalizar los colores con una calidad extraordinaria. En pocos años, los atlas médicos, fotos y diapositivas han pasado a la historia. Curiosamente, está surgiendo el gusto por la belleza de la imagen científica a través de concursos y premios de fotografía y documentales.
“Todos los sentidos son importantes, pero el de la vista ofrece el privilegio de percibir la luz y el color de la hermosa naturaleza”.
Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde trabajó sobre: diagnóstico, nuevos antimicrobianos, modelos de cultivo continuo y arquitectura de poblaciones bacterianas. Su labor se plasmó en numerosas publicaciones científicas, libros y artículos de divulgación. En Esfera Salud, sus artículos de divulgación sobre historia y actualidad de la Medicina, están dirigidos al público interesado en temas de Salud.
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