Sully: la demostración de un milagro, el valor de la intuición

Clint Eastwood recrea en su última película la peripecia vivida por el piloto Chesley Sullenberger, Sully, el 15 de enero de 2009 y su pericia para hacer aterrizar un avión comercial con 155 personas a bordo y los dos motores averiados, a causa del impacto de un grupo de aves nada más despegar del aeropuerto de La Guardia, en las aguas del río Hudson (Nueva York). Sully consiguió salvar la vida de todos los pasajeros y de la tripulación, incluida la suya.

Pero, en realidad, lo que el veterano actor y director (86 años) lleva a la pantalla es la demostración, utilizando el “método científico” (reproducción del suceso por medio de simulaciones matemático-informáticas y humanas), de que cualquiera de las alternativas a la decisión tomada por Sully hubiera acabado posible, probable, seguramente en tragedia, es decir, ocurrió lo que parecía imposible que ocurriese: un milagro.

En este caso no como consecuencia de un factor sobrenatural, sino debido al valor de la intuición (esa facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento) y del factor humano, ese mecanismo del comportamiento del hombre a la hora de tomar decisiones o actuar, que tan bien diseccionó Graham Green.

Quizás no sea la mejor película de Eastwood desde el punto de vista cinematográfico, pero su planteamiento en torno a la noción de milagro, el poder de la intuición y el factor humano resultan más que interesantes.

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